He dialogado ya sobre los problemas fundamentales de pareja que se presentan en todo divorcio, de la posibilidad que tienen de repetirse en las nuevas conformaciones familiares y del modo de prevenir tal riesgo.
Hablaré ahora de la segunda variable, los HIJOS: "los tuyos, los míos y los nuestro", para intentar alcanzar a través de la ética = lo mejor y más perfecto para todos, y subsanar así los objetivos que se tuvieron en la familia originaria más los que se hayan planificado para el nuevo proyecto de familia.
Hablaré ahora de la segunda variable, los HIJOS: "los tuyos, los míos y los nuestro", para intentar alcanzar a través de la ética = lo mejor y más perfecto para todos, y subsanar así los objetivos que se tuvieron en la familia originaria más los que se hayan planificado para el nuevo proyecto de familia.
La decisión de conformar una nueva familia saludable exige, primero, enfrentarse con las dificultades de pareja que cada individuo ha tenido en la experiencia anterior y, además, la planificación clara, con la nueva pareja, de los objetivos que se quieren lograr en la familia que se forma, con el aporte de las estrategias de BONDAD, VERDAD Y BELLEZA. Estos tres conceptos tendrán que ser desarrollados de manera práctica, no teórica, para que permitan afrontar las resistencias que los hijos les presentarán inicial e inevitablemente, haciendo alianzas o vínculos para sacar provecho del "río revuelto".
He enunciado, indirectamente, dos premisas para re-editar una vida familiar saludable: "análisis y conocimiento de las dificultades que cada miembro de la neo-familia afrontará y estrategia de ejecución y confrontación de esas dificultades. En suma, SABIDURÍA, esto es, el arte y la técnica de hacer de la familia la empresa de la vida que, como todas, requerirá de sesiones periódicas de "directorio", es decir, de diálogo sostenido todo el tiempo.
Cada hijo (de diferente manera por su historia y carácter) ha creado hábitos y expectativas unas veces conscientes y otras inconscientes que intentará no variar y, consiguientemente verá en la nueva pareja del progenitor con quien vive, una amenaza para su rutina de vida sin importar cuan buena o insalubre sea ésta. Aplicará el dicho de que "vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer" e intentará establecer alianzas para asegurar su estatus, con los más próximos (familiares o no) incluyendo a sus progenitores.
Si el progenitor con quien vive es sensible a estas demandas se creará con él y en él una relación, ciertamente extraña de "culpabilidad, de dependencia y estorsión emocional de doble vínculo" es decir, que afectará negativamente, de igual manera al hijo que al progenitor. Ante esta situación, la nueva pareja tendrá el deber de "denunciar y confrontar" con igual bondad que veracidad lo que pasa, para apoyar a que ambos hagan los cambios necesarios de conducta que hagan posible el nuevo proyecto de familia; sin esta explícita confrontación se iniciará el proceso de infidelidades sin fin,a las que he hecho mención en el post anterior.
Si el progenitor con quien vive es sensible a estas demandas se creará con él y en él una relación, ciertamente extraña de "culpabilidad, de dependencia y estorsión emocional de doble vínculo" es decir, que afectará negativamente, de igual manera al hijo que al progenitor. Ante esta situación, la nueva pareja tendrá el deber de "denunciar y confrontar" con igual bondad que veracidad lo que pasa, para apoyar a que ambos hagan los cambios necesarios de conducta que hagan posible el nuevo proyecto de familia; sin esta explícita confrontación se iniciará el proceso de infidelidades sin fin,a las que he hecho mención en el post anterior.
Lo dicho, y por paradójico que pueda parecer, comprometerá el cambio de la pareja pero no asegurará el cambio de los hijos; si éste no se da y sin importar si son niños o adolescentes o jóvenes, hombres o mujeres se trata de la "lucha de poder" por lograr tener dominio sobre el progenitor, considerado culpable del cambio de la atmósfera familiar a la que estaban habituados. No es la nueva pareja la intrusa, como se suele hablar en los ambientes adultos; es el progenitor el débil a quien hay que "sofocar y dominar" emocionalmente para "liberarlo", con la apariencia contraria. Por eso, el comportamiento en estos casos suele ser igualmente contradictorio: el de apego hacia el progenitor y el de hostigamiento hacia la pareja, muchas veces reforzado por el apoyo de personas ajenas al ámbito-próximo familiar y no pocas por el progenitor lejano o por el recuerdo de él cuando está muerto.
El protagonismo para desenmarañar esta madeja de emociones le corresponde al nuevo integrante de la familia-pareja, considerada intrusa, quien ha de obrar en dos momentos con leal veracidad con el progenitor sojuzgado-emocional (el padre o madre de los hijos).
En el primer momento ha de dejar a éste intentar arreglar el orden jerárquico por su cuenta y, luego de paciente y prudente tiempo apoyando al cambio de-los hijo-s, habrá de obrar con la firme belleza de quien ha ganado la autoridad para organizar y proclamar el nuevo estatus familiar con claridad e igual firmeza y bondad: dirá cómo serán, en adelante, los modos de comportamiento válidos en el nuevo orden familiar.
Esto es contraponer a la "lucha de poder" el principio de "orden en la justicia"; los hijos apelarán a principios de justicia y está bien pero, en una buena relación social o familiar no basta que haya justicia, se necesita además, orden para que haya belleza y hermosura.
Al progenitor, "objeto de deseo de dominio" le corresponde el rol secundario, pero fundamental, de secundar la acción de la pareja en la estructuración del orden jerárquico nuevo; sin ese apoyo veraz y elegante, es decir, bello en las formas, la ridiculización del orden familiar será imposible de superar y las frustraciones originarán agresiones, al modo como ya he analizado en el post anterior.
Caso poco frecuente, pero no extraño, es el de las alianzas de los hijos con las parejas de sus progenitores (tanto entre hijos grandes como pequeños). Los resultados son ambivalentes: los que encuentran en la nueva pareja el complemento ideal-deseado para su progenitor y, entonces "miel sobre hojuelas" y los que encuentran la liberación del peso que significaba el progenitor con sus limitaciones, debilidades o canseras y que la nueva pareja ha asumido o aliviado y, entonces "nos ha tocado la lotería". Todo irá bien mientras no haya que afrontar contrariedades pero, cuando se presenten por la pugna en el protagonismo perdido por algún hijo, será necesario aplicar las estrategias anteriormente mencionadas. Acápite aparte son los vínculos patológico-perversos que no pocas veces se establecen entre un miembro de la pareja con alguno de los hijos, pero de ello no quiero ocuparme ahora.
En el primer momento ha de dejar a éste intentar arreglar el orden jerárquico por su cuenta y, luego de paciente y prudente tiempo apoyando al cambio de-los hijo-s, habrá de obrar con la firme belleza de quien ha ganado la autoridad para organizar y proclamar el nuevo estatus familiar con claridad e igual firmeza y bondad: dirá cómo serán, en adelante, los modos de comportamiento válidos en el nuevo orden familiar.
Esto es contraponer a la "lucha de poder" el principio de "orden en la justicia"; los hijos apelarán a principios de justicia y está bien pero, en una buena relación social o familiar no basta que haya justicia, se necesita además, orden para que haya belleza y hermosura.
Al progenitor, "objeto de deseo de dominio" le corresponde el rol secundario, pero fundamental, de secundar la acción de la pareja en la estructuración del orden jerárquico nuevo; sin ese apoyo veraz y elegante, es decir, bello en las formas, la ridiculización del orden familiar será imposible de superar y las frustraciones originarán agresiones, al modo como ya he analizado en el post anterior.
Caso poco frecuente, pero no extraño, es el de las alianzas de los hijos con las parejas de sus progenitores (tanto entre hijos grandes como pequeños). Los resultados son ambivalentes: los que encuentran en la nueva pareja el complemento ideal-deseado para su progenitor y, entonces "miel sobre hojuelas" y los que encuentran la liberación del peso que significaba el progenitor con sus limitaciones, debilidades o canseras y que la nueva pareja ha asumido o aliviado y, entonces "nos ha tocado la lotería". Todo irá bien mientras no haya que afrontar contrariedades pero, cuando se presenten por la pugna en el protagonismo perdido por algún hijo, será necesario aplicar las estrategias anteriormente mencionadas. Acápite aparte son los vínculos patológico-perversos que no pocas veces se establecen entre un miembro de la pareja con alguno de los hijos, pero de ello no quiero ocuparme ahora.
Quiero terminar esta "trilogía" sobre las "nuevas formas de familia" resaltando las ideas-guia de ella: la Verdad, el auto-dominio del Carácter, la Bondad y la Belleza del Diálogo sostenido en el tiempo.
Sin ellas es imposible una vida familiar saludable y con ellas cualquier forma de familia será creativa y sana porque la animará la vida espiritual.
Sin ellas es imposible una vida familiar saludable y con ellas cualquier forma de familia será creativa y sana porque la animará la vida espiritual.
Felicitaciones Dr. Aparico por abordar este tema, muy actual, pero existe carencia de información en la internet, quizá por su complejidad, quizá por temor a hablar sobre la realidad. Muchas gracias.
ResponderEliminarOjalá pueda servirnos a todos intercambiar experiencias al respecto de estos temas complejos y hasta ahora silenciados. Si nuestros enfoques son producto del estudio y meditación de nuestras vivencias, con seguridad, irán creando sabiduría.
ResponderEliminarAnímate, Débora, a enriquecernos con tus vivencias.