lunes, 22 de octubre de 2018

¿ POR QUÉ LAS PAREJAS, QUE REALMENTE SE AMAN, SE HACEN SUFRIR? - 1

Tiempo atrás una paciente me regaló un afiche con una rosa esplendorosa y un eslogan que decía: EL VERDADERO AMOR NO HACE SUFRIR.  ¿Es esto posible y es verdad?
Mi respuesta será un poco extensa, por lo que se la ofreceré en dos post consecutivos (1 y 2)

Nos hacemos sufrir con nuestros comportamientos y, entonces, el sufrimiento es efímero, de muy corta duración y no deja la huella del recuerdo.
También nos hacemos sufrir con nuestras conductas y, entonces, la reiteración del comportamiento ofensivo (conducta es la reiteración de algún comportamiento) empieza a dejar huella y genera mecanismos reactivos "de muchas formas y colores" y comienzan las dudas de si por amor hay que tolerar y olvidar las molestias que nos causa la pareja o no hay que tolerarlas.
Pero, cuando nos hacemos sufrir habitualmente, predeciblemente y recíprocamente, entonces nos cuestionamos si hay amor y si el amor tiene que ser sufriente o, por el contrario, el verdadero amor no debe hacernos sufrir.
Aclarar estos cuestionamientos e interrogantes requiere de conceptos precisos sobre cómo se generan los comportamientos, las conductas y los hábitos, por igual si son aflictivos que si son gratificantes, porque son aprendizajes.

Lo primero que hemos de tener en cuenta es que “lo que vivimos o hacemos “ a nivel de los ribosomas de nuestras neuronas, establece núcleos corpusculares de memoria de los aprendizajes que las vivencias y comportamientos han condicionado. Toda vivencia se transforma en aprendizajes.
 Estos aprendizajes neuroquímicos, multiplicados por las conexiones dendritales en conexión con otras experiencias y aprendizajes correspondientes o similares, con los que pueden establecer relación de similitud… se repetirán en nosotros, sí o sí, salvo que estemos en estado de alerta para modificarlos, para cambiarlos por otros contrapuestos o para canalizarlos hacia experiencias creativas, que nos sirvan de compensación ante las pérdidas que los cambios nos imponen. Los cambios  -siempre nos imponen emoción y conciencia de pérdidas- que nuestro cerebro se niega a aceptar. Esta negación del cambio es lo que denominamos “espacios de confort o bienestar" y es lo que expresa la sabiduría popular cuando dice “preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer".

Los cambios que intencionalmente nos imponemos, generan en nosotros conciencia emocional de frustración  que transformamos en comportamientos agresivos dirigidos hacia los demás, hacia nosotros mismos o en ambas direcciones  (a causa de los sentimientos o complejos de culpabilidad que podamos experimentar). Frustración y agresividad son concomitantes, siempre, con mayor o menor intensidad pero la dupla es inevitable sin importar si los controlamos o no.
 
Cuando los comportamientos o vivencias son caracterológicos, orgánicos o metabólicos, los aprendizajes tienden a fijarse como indelebles y a establecerse en nosotros como mecanismos obsesivos y/o adictivos. Las obsesiones son siempre adictivas, sin importar si nos causan bienestar o perjuicios porque tienen su raíz en el instinto de supervivencia del que pocas veces tomamos conciencia.
 
Cuando el proceso de aprendizaje hunde sus raíces en los modelos que tuvimos (o nos impusieron) en la infancia y/o adolescencia, difícilmente nos percatamos de la dependencia en que estamos y, consiguientemente, no valoramos la moralidad de los mismos con objetividad. En consecuencia no solemos tener conciencia de lo negativo de ellos ni del dolor que causamos en los que nos rodean. En estos casos nuestra conciencia queda adormecida por la-s costumbre-s.

Los cambios comportamentales, opuestos a los aprendidos inicialmente, no se consolidarán antes de 6 meses de ejercitación y si en este período se presentan recidivas, el tiempo de remisión del aprendizaje antiguo y consolidación del nuevo se ha de contabilizar otra vez, como nuevo período de 6 meses,  hasta lograr romper toda recidiva.  (un ejemplo del organismo, al respecto, es la menopausia; no se fija sino luego de 12 meses contados a partir del último sangrado, sin importar si es mucho o poco o si ha habido saltos de meses en la no presencia de sangrado)

Luego de la remisión trabajada a través del aprendizaje de nuevos comportamientos (y contrapuestos a los iniciales), habrán de ser objeto de vigilancia, análisis y evaluación con una periodicidad no menor de un año; de otro modo los aprendizajes iniciales se reactivarán espontáneamente o motivados por acontecimientos o personas nuevas, pues ningún aprendizaje se extingue completamente.

A la luz de estos 7 criterios hemos de analizar los comportamientos propios y los de los demás, sin importar que nos parezcan episódicos o circunstanciales, buenos o malos, leves o graves. Estos criterios de valoración moral, son irrelevantes pues todos son acumulativos.  Habremos de descubrir los mecanismos de aprendizaje que encubren y así juzgar su valor, para nosotros, nuestros proyectos de vida y para el valor que pueden tener para los demás. 
 

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