lunes, 22 de octubre de 2018

¿ POR QUÉ LAS PAREJAS, QUE REALMENTE SE AMAN, SE HACEN SUFRIR? - 2


Como continuidad del post anterior analizaré las conductas que más frecuentemente generan frustración, en las pareja que se aman:

Los cambios de modo de trato y de humor:

Suelen tener tres causas que se expresan simultáneamente: 1- conciencia-s de pérdida-s de protagonismo en la relación y en la vida diaria; 2- conciencia de pérdida espacios de comodidad y habituación; 3- conciencia de pérdida de autonomía.
Recordemos que toda pérdida genera frustración y ésta, agresividad.  Ante toda sensación de pérdida su mecanismo de reacción será la agresividad y, por consiguiente, toda manifestación de agresividad, no motivada por la interacción, será denunciadora de conciencia, más o menos explícita, de emoción de pérdida. Creemos que estamos perdiendo "algo".

La reanudación del trato deferente no tendrá solidez mientras hagamos recidivas (las repeticiones de la conducta frustrante y de la sensación de agresividad) que se constituirán en mecanismos de reforzamiento del deseo de no cambio, porque nuestra pareja no está cómoda con las pérdidas que la nueva situación le impone.

La atención y suplencia de la pareja con otras personas: a los padres, sobrinos, hijas, pacientes, clientes (la dedicación profesional) tiene dos raíces: 1- los modelos de personas de éxito que nos hayan enseñado -por transferencia de roles- ese proceder para tener éxito; 2- el modelo de uno de los padres, quien consolida el éxito supliendo las carencias ajenas y pautando comportamientos. (La moralidad de los mismos, es irrelevante respecto de los aprendizajes inducidos).

Este espacio de aprendizaje de “bienestar” nos otorga poder y nos resultará muy difícil renunciar a él y, consiguientemente, intentaremos “enseñar” a quien esté en nuestro derredor la bondad de tales actos y de nuestro proceder. En la búsqueda de espacio de bienestar tiene especial valor la relación laboral-organizacional, con el que intentaremos reforzar nuestro proceder como espacio de “comodidad” y, por paradójico que parezca; la actitud servicial consolida el-os poder-es y se constituye en espacio de comodidad y bienestar aunque tenga apariencia de sacrificio (altruismo, filantropía, apostolado).

En la relación de pareja buscaremos la complicidad de otras personas y no la verdad de los objetivos de vida que perseguimos, pues frente a la conciencia de pérdida-s de protagonismo, esta estrategia es un espacio de compensación plausible pero falaz (cuando menos subjetivamente) con lo que tarde o temprano quedaremos al descubierto en nuestro intento de manipulación.

En el espacio hipotético de “paternidad” éste será, fácilmente, un campo de batalla-agresiva cuyo pronóstico es impredecible de ser analizado con veracidad, teniendo en cuenta lo dicho en el párrafo anterior.  De no hacerlo, la paternidad se convertirá en otro mecanismos de agresividad y de frustraciones mutuas, enmascaradas por la moral parental.  El-as hijos-as pasarán a suplir, en prioridad, a la pareja y con este comportamiento terminaremos siendo infieles a la pareja y a los hijos.  Los hijos son “segundos”; la pareja es primero; mucho tendríamos que aprender, al respecto, de la moral de los animales sub-humanos.

Los modelos parentales: “De tal palo tal astilla” y “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Cuando el conflicto de pareja es manifiesto no es fácil juzgar cuál de los dos modelos es más nefasto porque ambos tienen la inmoralidad de la parcialidad,  el sesgo por consigna, y la explotación de los demás por objetivo. En la relación de pareja a consecuencia de los modelos parentales habrá frecuentemente conflictos de interés que, o son asumidos por cálculo de costo-beneficio, o se acumulará la frustración hasta niveles de insoportable agresividad.  Cuan realista es la sentencia evangélica de que “para construir un reino, hay que renunciar al legado de los padres”, (cf. Lc. 14, 26) por muy duro que pueda parecer tal aserto. La superación de la dependencia de los modelos parentales (que no indiferencia ante los mismos) tiene impredecible pronóstico. Se suele constituir en “no negociable o línea roja”. Asumir el reto de superación de estos condicionantes de dolor y/o sufrimiento, es sólo posible desde la  guía de la “Esponsalidad” como filosofía de vida y de espiritualidad, pues tendremos que asumir riesgos desde los físicos hasta los sociales, profesionales, morales y místicos.

Los aprendizajes sociales: Son los de menor importancia pues cambian en el tiempo por motivaciones emocionales y son relativamente fáciles de asumir y cambiar, si se fijan las reglas económicas de convivencia -claramente- y se respetan, con generosidad, por ambas partes. De incumplirse las reglas unilateralmente estaremos ante la recidiva de emociones de frustración y de repetición de los aprendizajes de los modelos parentales, con los cuales se trataremos de compensar las emociones de pérdidas.  En estos casos habrán de afrontarse tales recidivas con claridad, entereza y firmeza a la par que sin extremismos extravagantes. Éste es uno de los espacios en los que repetimos más fácilmente los modelos parentales, especialmente si nos favorece poder anclarnos en nuestros márgenes de confort social o personal. Pero es también uno de los cambios con menor costo porque nos otorga, también, emociones de autonomía e independencia. Los aprendizajes laborales: Se consolidan tanto en cuanto nos ofrecen seguridades económicas, sociales de poder, de autonomía relativa igualdad, de acuerdo  con la  jerarquía pre-establecida.

Cuando este orden se violenta estaremos ante una denuncia encubierta de crisis grave en la relación interpersonal.  Lo laboral y/o social es sólo una expresión histérica, encubridora de la crisis interpersonal, por los espacios de poder y pérdidas.
 
Y, entonces, el amor en pareja, para hacer de esta opción de vida el objetivo de desarrollo interpersonal... lleva inherente el dolor de la renuncia (casados = casación = anulación del modo de vida de solteros = solitarios) que se transformará en SUFRIMIENTO si uno o los dos miembros de la pareja es infiel al compromiso de la renuncia.
 
Si, por el contrario, mutua y/o alternativamente se denuncian con claridad y delicadeza los actos de infidelidad-es (las genitales son las de menor valor, por desacostumbrados que estemos a pensar así) y se comprometen a apoyarse en la superación del dolor inevvitable de la-s renuncia-s... la vida de pareja se convertirá en un DISPARADOR EFICIENTE del desarrollo personal e interpersonal
 
(En esta dirección se orienta el contenido del post tras-anterior)
 

 

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