Como continuidad del post anterior analizaré
las conductas que más frecuentemente generan frustración, en las pareja que se aman:
Los cambios de
modo de trato y de humor:
Suelen
tener tres causas que se expresan simultáneamente: 1- conciencia-s de
pérdida-s de protagonismo en la relación y en la vida diaria; 2- conciencia de
pérdida espacios de comodidad y habituación; 3- conciencia de pérdida de
autonomía.
Recordemos que toda pérdida genera frustración y ésta, agresividad.
Ante toda sensación de pérdida su mecanismo de reacción será la agresividad y,
por consiguiente, toda manifestación de agresividad, no motivada por la
interacción, será denunciadora de conciencia, más o menos explícita, de emoción
de pérdida. Creemos que estamos perdiendo "algo".
La
reanudación del trato deferente no
tendrá solidez mientras hagamos recidivas (las repeticiones de la
conducta frustrante y de la sensación de agresividad) que se
constituirán en mecanismos de reforzamiento del deseo de no cambio, porque
nuestra pareja no está cómoda con las pérdidas que la nueva situación le
impone.
La
atención y suplencia de la pareja con otras personas: a los padres, sobrinos, hijas, pacientes, clientes (la
dedicación profesional) tiene dos raíces: 1- los
modelos de personas de éxito que
nos hayan enseñado -por transferencia de roles- ese proceder para tener éxito;
2- el modelo
de uno de los padres, quien consolida el éxito supliendo las
carencias ajenas y pautando comportamientos. (La moralidad de
los mismos, es irrelevante respecto de los aprendizajes inducidos).
Este
espacio de aprendizaje de “bienestar” nos otorga poder y nos resultará muy difícil renunciar a él y,
consiguientemente, intentaremos “enseñar” a quien esté en nuestro derredor la
bondad de tales actos y de nuestro proceder. En la búsqueda de espacio de
bienestar tiene especial valor la relación laboral-organizacional, con el que
intentaremos reforzar nuestro proceder como espacio de “comodidad” y, por paradójico que parezca; la actitud
servicial consolida el-os poder-es y se constituye en espacio de comodidad y
bienestar aunque tenga apariencia de sacrificio (altruismo, filantropía, apostolado).
En
la relación de pareja buscaremos la complicidad de otras personas
y no la verdad de los objetivos de vida que
perseguimos, pues frente a la
conciencia de pérdida-s de protagonismo, esta estrategia es un espacio de
compensación plausible pero falaz (cuando menos subjetivamente) con lo que tarde
o temprano quedaremos al descubierto en nuestro intento de manipulación.
En
el espacio hipotético de “paternidad” éste será, fácilmente, un campo
de batalla-agresiva cuyo pronóstico es impredecible de ser analizado con
veracidad, teniendo en cuenta lo dicho en el párrafo anterior. De no hacerlo, la paternidad se convertirá en
otro mecanismos de agresividad y de frustraciones mutuas, enmascaradas por la
moral parental. El-as hijos-as pasarán a
suplir, en prioridad, a la pareja y con este comportamiento terminaremos siendo infieles a la
pareja y a los hijos. Los hijos son “segundos”; la pareja es primero;
mucho tendríamos que aprender, al respecto, de la moral de los animales
sub-humanos.
Los modelos
parentales: “De tal palo tal astilla” y “a río
revuelto, ganancia de pescadores”. Cuando el conflicto de pareja es manifiesto no es fácil
juzgar cuál de los dos modelos es más nefasto porque ambos tienen la inmoralidad de la parcialidad, el sesgo
por consigna, y la explotación de los demás por objetivo. En la relación de pareja a consecuencia
de los modelos parentales habrá frecuentemente conflictos de
interés que, o son asumidos por cálculo de costo-beneficio, o se acumulará la
frustración hasta niveles de insoportable agresividad. Cuan realista es la sentencia evangélica de
que “para construir un reino, hay que renunciar al legado de los padres”, (cf.
Lc. 14, 26)
por muy duro que pueda parecer tal aserto. La superación de la dependencia de los modelos parentales
(que no indiferencia ante los mismos) tiene
impredecible pronóstico. Se suele constituir en “no negociable o línea roja”. Asumir el reto de superación de estos condicionantes de dolor y/o sufrimiento, es sólo posible
desde la guía de la “Esponsalidad” como filosofía de vida y de
espiritualidad, pues tendremos que asumir riesgos desde los físicos hasta los sociales,
profesionales, morales y místicos.
Los aprendizajes sociales: Son los de menor
importancia pues cambian en el tiempo por motivaciones emocionales y son
relativamente fáciles de asumir y cambiar, si se fijan las reglas económicas de
convivencia -claramente- y se respetan, con generosidad, por ambas partes. De incumplirse las reglas
unilateralmente estaremos ante la recidiva de emociones de frustración
y de repetición de los aprendizajes de los modelos parentales, con los cuales se trataremos de compensar
las emociones de pérdidas. En estos casos habrán de afrontarse tales
recidivas con claridad, entereza y firmeza a la par que sin extremismos
extravagantes. Éste es uno de los
espacios en los que repetimos más fácilmente los modelos parentales,
especialmente si nos favorece poder anclarnos
en nuestros márgenes de confort social o personal. Pero es también uno de los
cambios con menor costo porque nos otorga, también, emociones de autonomía e
independencia. Los aprendizajes
laborales: Se consolidan tanto en cuanto nos ofrecen
seguridades económicas, sociales de poder, de autonomía relativa
igualdad, de acuerdo con la jerarquía pre-establecida.
Cuando este
orden se violenta
estaremos ante una denuncia encubierta de crisis grave en la relación
interpersonal. Lo laboral y/o social es sólo una expresión histérica,
encubridora de la crisis interpersonal, por los espacios de poder y pérdidas.
Y, entonces, el amor en pareja, para hacer de esta opción de vida el objetivo de desarrollo interpersonal... lleva inherente el dolor de la renuncia (casados = casación = anulación del modo de vida de solteros = solitarios) que se transformará en SUFRIMIENTO si uno o los dos miembros de la pareja es infiel al compromiso de la renuncia.
Si, por el contrario, mutua y/o alternativamente se denuncian con claridad y delicadeza los actos de infidelidad-es (las genitales son las de menor valor, por desacostumbrados que estemos a pensar así) y se comprometen a apoyarse en la superación del dolor inevvitable de la-s renuncia-s... la vida de pareja se convertirá en un DISPARADOR EFICIENTE del desarrollo personal e interpersonal.
(En esta dirección se orienta el contenido del post tras-anterior)