No pretendo con el contenido de este post ofrecerles ni el antídoto ni la cura universal para todas las formas de depresión, pero sí para las dos formas de depresión más frecuentes en nuestro tiempo: la depresión melancólica y la depresión reactiva.
Es claro lo que dice la sabiduría popular... "los males nunca vienen solos" y, claro está, la acumulación de los "males" nos causa, en el mejor de los casos, fatiga y frustración.
Es claro lo que dice la sabiduría popular... "los males nunca vienen solos" y, claro está, la acumulación de los "males" nos causa, en el mejor de los casos, fatiga y frustración.
Si fatiga... el riesgo es la depresión melancólica, es decir, la visión sesgada de todo, de todos y
de cuanto nos ocurre, desde la perspectiva (o mecanismos de defensa) del NO (no puedo, no hay remedio, no necesito),
de la HUIDA (esperemos a ver qué pasa, más adelante, mañana veo), del DESALIENTO (me siento morir, esto no es lo que pactamos, es injusto, no valgo, nadie me necesita).
Si la frustración... la consecuencia es la depresión reactiva o agresividad contra nosotros mismos o contra los demás, o las dos cosas juntas.
- Contra nosotros, poniéndonos las trampas de dejar de ser lo positivos, lo valiosos, lo rectos, lo íntegros y lo honestos que habitualmente somos. En suma poniéndonos en la tentación de hacer las cosas mal o menos bien de lo que podemos hacerlas porque... "para lo que sirve que nos sacrifiquemos... al final sacan provecho todos, menos nosotros... todos disfrutan menos yo... soy un tonto-a útil" Y, consiguientemente, terminamos haciendo como los demás o como creemos que actúan los demás. Nos hipotecamos, en fin de cuentas con el peor banco: "como los demás". Porque hemos aprendido a experimentar miedo de ser diferentes de los demás y de vivir en soledad.
- Contra los demás, porque nos dan motivos para indignarnos y a los que tenemos que responder con fuerza, con signos de poder "para que no confundan bondad con debilidad". Todo puede ser cierto y justificado (es decir, nos mentimos elegantemente porque ocultamos, con el poder, nuestros miedos) pero no dejará de ser una expresión de debilidad que ejercitaremos con mayor fuerza contra los más débiles (contra nuestros hijos, contra nuestra pareja, contra nuestros subalternos en el trabajo, contra nuestros ancianos, contra nuestros vecinos) y, con mayor cautela, contra los fuertes para pactar con ellos hasta tener una mejor oportunidad (contra nuestros empleadores, contra nuestros políticos, contra nuestros financiaros, contra cualquier autoridad jerárquica -civil o religiosa-).
En suma, porque nos es más fácil obrar como humanos que manifestarnos como personas humanas (saliendo de nosotros, de nuestras conveniencias, de nuestras formas de pereza para escuchar a los que nos rodean).
Las alternativas saludables ante estas expresiones contrapuestas de depresión son:
- ... el tiempo de silencio sanador (de nuestras ansiedades caracterológicas), seguido del diálogo que necesariamente debe comenzar con el perdón misericordioso porque de lo contrario, el silencio no habrá sido sanador sino auto-torturador mental. “Perdonar setenta veces siete” (sentencia evangélica). Porque el mal del pasado no será, nunca, reversible ni cuantificable (ni mucho, ni poco, ni mediano) "Al mal paso, ponle prisa; lo pasado, pasado queda" se suele decir en el argot popular.
- ... escuchar a los interlocutores. Probablemente en lo que oigamos habrá algo bueno y algo malo, algo verdadero y algo falso. Lo inteligente es rescatar lo que de positivo nos ofrezcan para tomar decisiones nuevas y asumir el riesgo de las mismas. “Sabio es quien sabe usar de lo nuevo o de lo antiguo según convenga” (sentencia evangélica). Porque no es sabio el que triunfa sino el que construye.
- … tender puentes, una y otra vez, sin desfallecer, ofreciendo oportunidades nuevas de diálogo, “sin desmayar” ante las formas diversas de acogidas y de rechazos que recibamos. Porque lo inteligente es saber perder o RENUNCIAR a nuestras apetencias legítimas, para seguir viviendo con la libertad de la VERDAD y con el método de la HONESTIDAD. “busquen (en plural, en comunidad, en conjunto) la verdad; ella os liberará” (sentencia evangélica). Porque no hay mayor esclavitud que las esclavizaciones de la historia; que las esclavizaciones de las modas (estéticas, temático-intelectuales y científicas) y, que las esclavitudes de nuestras manías de carácter y de nuestra manías de personalidad.
La competitividad, tan de moda en nuestro tiempo, frente a las
manifestaciones de la depresión, no es saludable porque cualquier forma de
agresividad (contra otros) repercute negativamente en el
logro de objetivos constructivos que sólo se pueden alcanzar en grupo, en comunidad (o agresividad contra nosotros) porque mortificarnos (provocarnos formas diversas de muerte) nos destruye sin sentido. El sacrificio (hacer sagradas nuestras acciones) de las apetencias personales en favor del diálogo, es la forma eficiente de antidepresivo psicológico.
Tener algún interlocutor que consideremos válido tanto para el tiempo de silencio de nuestro carácter como para el diálogo subsiguiente, puede ser muy positivo pues nos puede ayudar, metodológicamente, a salir de nuestras “manías psico-intelectuales” pero no podrá evitarnos los costos que el diálogo siempre tiene y que nuestra mente contabiliza de forma falaz, mentirosa, histéricamente… como pérdidas.
Tener algún interlocutor que consideremos válido tanto para el tiempo de silencio de nuestro carácter como para el diálogo subsiguiente, puede ser muy positivo pues nos puede ayudar, metodológicamente, a salir de nuestras “manías psico-intelectuales” pero no podrá evitarnos los costos que el diálogo siempre tiene y que nuestra mente contabiliza de forma falaz, mentirosa, histéricamente… como pérdidas.
Recordemos, al respecto, que hemos de saber perder y morir… para seguir
viviendo.
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