La relación con nuestras parejas se hacen insoportables cuando el trato -o respuestas- resulta desproporcionado con aquello que las motiva; por ejemplo... "siempre es lo mismo"; "no me merezco esto"; "tienes que hacer así" etc. En buena cuenta la relación se torna insoportable cuando reaccionamos o sufrimos por comportamientos histéricos.
Las reacciones desproporcionadas tienen, siempre, un origen caracterial que no ha sido educado ni corregido debidamente en la adolescencia y que quizás no tengamos la conciencia clara de cuanta patología encierran.
Es signo de amor real corregirlas y/o ayudar a corregirlas, orientando la frustración que nos tenemos que autoimponer en una dirección constructiva. Dicho de otro modo, del esfuerzo por controlarnos tenemos que experimentar que sacamos beneficio.
Si no sacamos beneficio de ese esfuerzo extra, nos pondremos en riesgo real de comenzar a buscar, en nuestro pasado, comportamientos que creíamos haber superado pero que siguen siendo comportamientos histéricos. Esto es así porque nuestro cerebro no soporta la pérdida en nada, ni de juego ni en el juego, porque toda pérdida es una expresión de muerte y nuestro cerebro está determinado biológicamente para vivir
Otra de las causas de las reacciones desproporcionadas son los miedos. Reaccionamos desproporcionadamente porque tememos perder algo. No solemos, tampoco, tener conciencia de que reaccionamos por miedo a algo. Dicho de otro modo el comportamiento del otro nos intimida, nos produce inseguridad, nos resulta amenazador de alguna y mil formas.
Es prueba de amor verdadero descubrir los temores que nos agobian y ayudar al otro a descubrir sus miedos. Los miedos, en los adultos, siempre son absurdos, porque son emociones que se nos imponen y que repetimos estereotipadamente o que hemos aprendido a través de modelos (las personas mayores en general, que han rodeado nuestra infancia). Si no enfrentamos esos miedos a perder... caeremos irremisiblemente en LA MENTIRA como forma nueva de relacionarnos. Esto es así, porque el miedo es "el padre" de la mentira; luego veremos quien es "la madre".
Un tercer condicionamiento de estas reacciones patológicas son las proyecciones y contraproyecciones que hemos aprendido a usar de forma inconsciente. Dicho de otro modo, atribuimos a la pareja intenciones, interpretaciones y culpabilidades gratuitas, de otras personas que de alguna manera nos han hecho sufrir (modos de reaccionar de nuestros padres, de otras personas con las que hemos establecido relaciones afectivas y eróticas y que nos han frustrado, cosas que hemos aprendido respecto de los comportamientos de otras personas)
Esto es, por demás, injusto pero son mecanismos muy eficientes para despertar en nosotros el miedo al otro, porque tenemos experiencia de haber sufrido con alguien, anteriormente. En la práctica culpamos a la otra persona de los maltratos de que hemos sido objeto por parte de terceros anteriores (ésta, éste no me la hace de nuevo, cuando en realidad nunca nos la ha hecho o lo hemos hecho).
Es signo de amor verdadero denunciárselo haciéndole caer en la cuenta de que no tenemos porqué cargar con consecuencias de su pasado, así como aceptar que nos aclaren de que no somos la persona que anteriormente nos ha hecho daño (yo no soy tu... tal o cual; no me parece justo que me confundas, o confundirte, con fulano o mengano)
Si la otra persona tiene voluntad de aprendizaje todo está salvado, de lo contrario, todo está perdido porque irá en aumento, con el tiempo, la escalada entre miedos a los malos tratos y "pereza" para afrontar los malos tratos que propinamos o nos propinan. La pereza es, precisamente "la madre" de la mentira.
Ahora bien, la corrección y superación de los mecanismos complejos que se traban entre "el miedo y la pereza" (padres de la mentira) , generalmente inconscientes, es una tarea de larga corrección.
Ayudará a la corrección propia o ajena, la vigilancia constante sobre uno mismo a más de la denuncia inmediata (fulano, estás volviendo a confundirme con... me estás usando para no trabajar tus temores pasados)
Otra forma es reaccionar en silencio, poniendo distancia física con la otra persona, por un rato, tiempo durante el cual la otra persona va a tener tiempo para reflexionar sobre sus miedos y proyecciones injustas y a reaccionar. Este mecanismo que podemos llamar "tiempo fuera" es un excelente procedimiento para no alimentar la histeria propia y de la pareja; recordemos que es muy frecuente que reaccionemos con parecidas o equivalentes formas de histeria, que aquellas que soportamos.
Pedir perdón "puede ser" un buen comienzo para expresar nuestra voluntad de cambio, pero sólo comienzo porque, puede ser una forma de adulteración -perversa- de la verdad de lo que vivimos, cuando ocultamos o nos ocultamos esa verdad, tras la fórmula de petición de perdón. Esto es válido tanto para quien cree o denuncia ser víctima de las reacciones desproporcionadas de su pareja, como para quien toma conciencia de reaccionar con incontinencia caracterológica.
No es tan importante el formalizar la petición de perdón, como el que sean claras las manifestaciones de haber tomado conciencia de la "metida de pata", de las "mentiras en que vivimos" histéricamente y de los "gestos de aproximación".