1- CONDICIONAMIENTO GENÉTICO PARA PODER LLEGAR A SER LIBRES
Necesitamos comenzar por ubicar el concepto de "seres libres y de libertad" porque ambos términos están manidos y es difícil evitar la confusión siendo, en realidad, dimensiones diferentes.
Seres libres son quienes tienen posibilidad temporal, histórica, local, física y psíquica de hacer elección entre varias alternativas sin riesgo grave para su integridad. A modo de ejemplo, pensemos en cuán seres libres pueden ser, o no ser: los infantes, los seniles, los enfermos psíquicos o mentales y, en contraposición, los niños y los psicológica o los mentalmente sanos.
La libertad, es la potencialidad de, en la elección de alternativas posibles de los seres libres, hacer opción guiados por los criterios de verdad, bondad y belleza para, a través de estos criterios, expresarse creativamente y así generar cultura.
La libertad está en contraposición con la mentira, la perversión y la fealdad porque las tres maneras de obrar aniquilan a la persona y esclavizan al ser humano, que es su base, para hacerlo involucionar hacia la condición de animal de "una especie" con más o menos destrezas.
La mentira, la perversión y la fealdad atrofian la dimensión espiritual que es lo que nos constituye en personas y, por eso es fácil constatar cuán pocas personas conocemos y si las encontramos cuántas veces, refiriéndonos a ellas, escuchamos expresiones como estas: "es que es un santo", "yo no quiero ser santo", "¿acaso yo soy un santo?" porque cuesta ser personas, cuesta ser libres.
En este trabajo el primer atavismo a superar para ser, expresarnos, sentirnos y pensar como seres en libertad es el condicionamiento evolutivo que en los seres humanos se expresa en el CARÁCTER.
Lo heredamos psicogenéticamente (en griego, carácter = sello) como cimiento para que construyamos (trabajo) la personalidad y su estructura es neuro-endocrina y, por lo mismo, irrepetible (incluso en los gemelos univitelinos).
Nuestra personalidad cambiará a lo largo cada etapa de la vida con el aporte de muchos aprendizajes pero todos tendrán el sello "característico, el caracterológico" que de distintos modos nos inducirá a obrar guiados por la "ley del menor esfuerzo" por la pereza que anula la creatividad y la cultura. Dicho de otro modo, nos inducirá a comportarnos, pensar y sentir como humanos-como animales humanos-como animales.
Esto lo hemos constatado cada vez que hemos oído o dicho: yo soy así; no puedo o no quiero cambiar; me tienen que querer así; la gente no cambia; defiendo mi autoestima. Todas son expresiones de la mentira a que nos induce el carácter para asegurarse hacer el menor esfuerzo posible, para vivir en paz con la pereza.
La ley del menor esfuerzo, la pereza caracterológica (en cada individuo tiene expresiones distintas) es el primer obstáculo para poder ser libres, para expresarnos libremente y para pensar con libertad y nos induce a la mentira como forma de vida.
La mentira se engendra en nosotros por el temor; es la forma por la que intentamos evadir todo lo que nos causa miedo y recurrimos a lo que nuestra inteligencia caracterial (intuición) nos hace ver que tiene menor costo: ley del menor esfuerzo y así mentimos y nos mentimos.
La pereza caracterológica lleva incrustada la soberbia (orgullo o vanidad, según se quiera decir) de la autoafirmación, que es la manera de convencernos y autoengañarnos de que, en la medida en que obliguemos a los que nos rodean a pensar, expresarse y obrar como nosotros queremos, en esa misma proporción estaremos seguros.
Nada más perversamente engañoso porque la verdad está fuera de nosotros, en la suma de los otros... hasta el Absoluto.
Guiar la vida por la "verdad" nos exige superar nuestro carácter, dominar nuestro carácter por lo que psicoanalíticamente se conoce como el "Nosotros del Yo". Dicho de otro modo, dominar nuestro carácter guiados por dos fuerzas: la aceptación y servicio "del otro" y la actitud intelectual crítica que se resume en "denunciar, anunciar y comprometerse" en el cambio.
Para dominar la espontaneidad del carácter se necesita mucha fortaleza de ánimo y perseverancia en silenciar el deseo de dominar, de vencer, "de salirse con la suya": hay que ser muy fuerte. En cambio para dejarse llevar por la espontaneidad del carácter, basta tolerar la propia debilidad.
La autoafirmación en el carácter que hemos recibido psicogenéticamente sin el filtro del autocontrol, es un error del que sólo se puede esperar "falsedad y soberbia" = "violencias y muertes" de las más diversas formas y colores.
Estos factores caracteriales condicionan la doble actitud de que nos hablan Mari y Merce: miedo y autoengaño a tener que ser diferente con cada hijo porque cada hijo es único caracterológicamente y miedo y engaño a dejar que cada hijo se exprese libre y creativamente en el contexto social que elija, porque puede poner en riesgo nuestra imagen social de buenos educadores.
Para encubrir estos temores los padres proyectamos lo que llamamos "valores trascendentes" cuando, en realidad y en el mejor de los casos, son los valores sociales a los que hemos dado categoría de guía para buscar la verdad pero que casi siempre han sido las formas cómodas de vivir sin asumir el riesgo del error, de la equivocación, del cambio, por no mirar a "los diferentes".
Pero cuando los padres educamos hacia la libertad y verdad encontramos, frecuentemente, con que los hijos nos echan en cara no haber recibido toda la ayuda que hubieran querido y que, como consecuencia, tendrán que afrontar limitaciones que habrán de cubrir, por su cuenta, recurriendo a otras fuentes de educación complementarias.
Igual los padres que los hijos hemos de asumir que la educación en la libertad nos confrontará con limitaciones que constantemente deberemos superar desde el control de la espontaneidad caracterial y desde la humildad; sólo así seremos veraces.
Lo heredamos psicogenéticamente (en griego, carácter = sello) como cimiento para que construyamos (trabajo) la personalidad y su estructura es neuro-endocrina y, por lo mismo, irrepetible (incluso en los gemelos univitelinos).
Nuestra personalidad cambiará a lo largo cada etapa de la vida con el aporte de muchos aprendizajes pero todos tendrán el sello "característico, el caracterológico" que de distintos modos nos inducirá a obrar guiados por la "ley del menor esfuerzo" por la pereza que anula la creatividad y la cultura. Dicho de otro modo, nos inducirá a comportarnos, pensar y sentir como humanos-como animales humanos-como animales.
Esto lo hemos constatado cada vez que hemos oído o dicho: yo soy así; no puedo o no quiero cambiar; me tienen que querer así; la gente no cambia; defiendo mi autoestima. Todas son expresiones de la mentira a que nos induce el carácter para asegurarse hacer el menor esfuerzo posible, para vivir en paz con la pereza.
La ley del menor esfuerzo, la pereza caracterológica (en cada individuo tiene expresiones distintas) es el primer obstáculo para poder ser libres, para expresarnos libremente y para pensar con libertad y nos induce a la mentira como forma de vida.
La mentira se engendra en nosotros por el temor; es la forma por la que intentamos evadir todo lo que nos causa miedo y recurrimos a lo que nuestra inteligencia caracterial (intuición) nos hace ver que tiene menor costo: ley del menor esfuerzo y así mentimos y nos mentimos.
La pereza caracterológica lleva incrustada la soberbia (orgullo o vanidad, según se quiera decir) de la autoafirmación, que es la manera de convencernos y autoengañarnos de que, en la medida en que obliguemos a los que nos rodean a pensar, expresarse y obrar como nosotros queremos, en esa misma proporción estaremos seguros.
Nada más perversamente engañoso porque la verdad está fuera de nosotros, en la suma de los otros... hasta el Absoluto.
Guiar la vida por la "verdad" nos exige superar nuestro carácter, dominar nuestro carácter por lo que psicoanalíticamente se conoce como el "Nosotros del Yo". Dicho de otro modo, dominar nuestro carácter guiados por dos fuerzas: la aceptación y servicio "del otro" y la actitud intelectual crítica que se resume en "denunciar, anunciar y comprometerse" en el cambio.
Para dominar la espontaneidad del carácter se necesita mucha fortaleza de ánimo y perseverancia en silenciar el deseo de dominar, de vencer, "de salirse con la suya": hay que ser muy fuerte. En cambio para dejarse llevar por la espontaneidad del carácter, basta tolerar la propia debilidad.
La autoafirmación en el carácter que hemos recibido psicogenéticamente sin el filtro del autocontrol, es un error del que sólo se puede esperar "falsedad y soberbia" = "violencias y muertes" de las más diversas formas y colores.
Estos factores caracteriales condicionan la doble actitud de que nos hablan Mari y Merce: miedo y autoengaño a tener que ser diferente con cada hijo porque cada hijo es único caracterológicamente y miedo y engaño a dejar que cada hijo se exprese libre y creativamente en el contexto social que elija, porque puede poner en riesgo nuestra imagen social de buenos educadores.
Para encubrir estos temores los padres proyectamos lo que llamamos "valores trascendentes" cuando, en realidad y en el mejor de los casos, son los valores sociales a los que hemos dado categoría de guía para buscar la verdad pero que casi siempre han sido las formas cómodas de vivir sin asumir el riesgo del error, de la equivocación, del cambio, por no mirar a "los diferentes".
Pero cuando los padres educamos hacia la libertad y verdad encontramos, frecuentemente, con que los hijos nos echan en cara no haber recibido toda la ayuda que hubieran querido y que, como consecuencia, tendrán que afrontar limitaciones que habrán de cubrir, por su cuenta, recurriendo a otras fuentes de educación complementarias.
Igual los padres que los hijos hemos de asumir que la educación en la libertad nos confrontará con limitaciones que constantemente deberemos superar desde el control de la espontaneidad caracterial y desde la humildad; sólo así seremos veraces.