Este post se lo dedico, a todos-as las-os dialogantes, a petición de una de ellas. Es un tema que, a tenor de las distintas mitologías culturales de las que tenemos constancia, nos afecta a todos.
El mito tiene la virtud de decirnos, con lenguaje emocional-interpretable, lo que el lenguaje lógico-ético no alcanza a formular debidamente. Y la venganza es un tema recurrente, entre todos los dioses, en todas las culturas mitológicamente transmisibles, lo que en buen romance nos desvela que en todos los que nos consideramos "dioses" (se) anida la venganza, sin que puedan excluirse los ateos y agnósticos porque tienen la osadía intelectual, o entereza intelectual-emocional si mejor así quieren definirse, de ser "dios de Dios" para anular a Dios.
En todos se anida la venganza con mayor o menor consciencia de este fenómeno emocional cuando nos sentimos impotentes frente a las agresiones externas que nos convierten en seres desechables, lo que nos hacen dudar de que seamos personas y una prueba de esta existencia universal, entre nosotros, la encontramos en la identificación que emocionalmente experimentamos cuando alguien toma venganza por alguien que no puede defenderse y que los sistemas jurídicos no pueden o no le quieren ejercer justicia. (muertes, desapariciones, asesinatos, desahucio, robos etc.) Estas emociones las experimentamos por igual cuando se trata de casos de la vida real, como cuando el cine nos ofrece imágenes, de venganza justificable o como reacción de auto-subsistencia, al respecto.
Con frecuencia y eufemísticamente le damos el nombre de desquite, revancha, equilibrio de fuerzas, compensación, alternancia (por ejemplo, en las contiendas políticas, societarias o deportivas) y, otras veces sin tanto eufemismo llamamos, a estas emociones, quid por quo, ajuste de cuentas, auto-defensa, justicia por mano propia, justicia por quien no puede defenderse, todo se paga, me las pagarás, quien me la hace la paga y, en buena cuenta, me vengaré o vengaré la memoria de...
Y de todas esas manifestaciones emocionales de impotencia decimos que es un plato que se tiene que comer frío; es decir, que hemos de tomar todas las precauciones posibles a nuestro alcance a fin de que la contra-reacción que nuestra expresión verbal, gestual o ejecutora pueda generar, no nos alcance (contra-reacción en cascada de causa-efecto y reacción-contra-reacción), Pero muy pocas veces tomamos conciencia de que este fenómeno emocional en cascada, tiene origen en nuestros pensamientos, en el conjunto de discursos vengativos interiores, de nuestra mente y, de ellos no nos premunimos, no nos defendemos y...
La consecuencia de esta falta de recogimiento interior de nuestra mente y de nuestro espíritu... no son los actos de venganza justiciera que pensamos... es la perturbación espiritual, mental, verbal y emocional que solemos expresar en las relaciones interpersonales de nuestro quehacer diario aue hacen que los que nos rodean, especialmente los más próximos (familia, vecinos, compañeros de rebajo), "paguen" por nuestros desequilibrios mentales, que usamos como proyecciones de agresividad inconscientes e injustificables o desproporcionadas. Y a todo esto solemos llamarlo "entereza o expresiones de la fortaleza de nuestro carácter" Alimentamos la ira contra un hecho del pasado, en nuestro pensamiento, y extendemos nuestra irascibilidad con todos aquellos con quienes creemos tener poder o dominio de autoridad, de nuestro entorno. Vengamos la impotencia del pasado, con los débiles del presente más próximo.
Y en el plano social, intentamos hacer (o hacemos) que los supuestos o reales agresores del pasado paguen a través de los actuales "herederos". Se suele decir que las culpas de los padres no tienen porqué heredarlas los hijos o que los errores de los hijos no son atribuibles a los padres, pero no es así en la realidad. La realidad social es irascible y vengativa pero decimos que estamos activando la memoria histórica, cuando en realidad estamos usando las emociones de venganza de los colectivos sociales, para nuestro provecho. Más sinceramente hablaríamos si dijéramos que reeditamos la "memoria histérica que no histórica" porque la historia evocada por la memoria, miente, pues imposible es analizar y llegar a dilucidar todas las variables de la historia y las implicaciones de justicia e injusticia de las mismas.
Con las "histerias históricas" sólo alcanzamos a hacer real el dicho popular de que "la historia se repite" porque las venganzas, en todas sus formas, son fuerzas psico-físicas y bien sabemos que a toda fuerza de acción corresponde otra de contra-reacción de sentido contrario y de parecida intensidad (no es de la misma intensidad porque la ley de la entropía lo imposibilita). Y el adagio romano de "historia magistra vitae" (la historia es la maestra de la vida), sólo es verdad si es usada para rectificar los errores del pasado pues, de cualquier otra manera, volveremos a repetir los mismos o parecidos errores. Las venganzas que supuestamente restaurarían las deudas del pasado, sólo aseguran repetir los errores del pasado, teniéndonos a nosotros como protagonistas.
Sé que lo antedicho tiene implicancias jurídicas (no sólo psicológicas) y, por eso, llegados a este punto, es necesario decir que hay una "venganza positiva" cuando el quehacer de la historia es interpelado y no proyectado hacia el futuro ni en el plano social ni en ell individual, para organizar el orden social desde el PERDÓN; sólo el perdón, y no la supuesta justicia, puede romper la cadena nefasta de la venganza; cualquier otro proceder no ha detenido la historia de las injusticias ni de la venganza porque TODAS LAS FORMAS DE VENGANZA (eufemísticas o sin eufemismos) son expresiones de IMPOTENCIA de nuestra inteligencia emocional y no de fortaleza; ésta se encuentra en el perdón.
Psicológicamente , tanto a nivel de vivencia subjetiva como a nivel de vivencia de los colectivos o psicología social, podemos analizar la impotencia que experimentamos para hacer frente a la venganza (y al odio que ésta encubre) y así manejar nuestra inteligencia emocional (esclavizada por la venganza y el odio) en 3 niveles de incontinencia o de impotencia:
- incontinencia o impotencia para dirigir el recogimiento emocional, el recogimiento mental y el recogimiento espiritual de cada uno de nosotros-as hacia la creatividad, desde la honestidad,
- incontinencia o impotencia para frenar la apetencia (irracional) de poder y dominio sobre el o los agresores, reales o probables, del pasado social,
- incontinencia o impotencia para perdonar y no volver a repetir los hechos del pasado, disfrazados de lenguajes eufemísticos.
Por estos 3 niveles de impotencia e incontinencia de nuestra inteligencia emocional no resolvemos el problema del odio y de la venganza, entre sí confabulados.
Si reconocemos en nosotros estos 3 niveles de impotencia incontinente, nos resultará racionalmente fácil y emocionalmente relativamente fácil, entender porqué sólo el perdón tiene la virtud, es decir, la fortaleza para reivindicar el pasado, con proyección positiva hacia nuestro futuro, desde la experiencia de libertad que da el habernos quitado un peso histórico e histérico.
La realidad de la venganza existe, como potencia o en acto, en todos y cada uno de nosotros porque la vida, y la historia como parte de la vida, es una lucha contra "el mal, lo malo y el malo" y el arma para vencer a la venganza y al odio que ésta encubre es EL PERDÓN; no tenemos otro modo de liberación.
En todos se anida la venganza con mayor o menor consciencia de este fenómeno emocional cuando nos sentimos impotentes frente a las agresiones externas que nos convierten en seres desechables, lo que nos hacen dudar de que seamos personas y una prueba de esta existencia universal, entre nosotros, la encontramos en la identificación que emocionalmente experimentamos cuando alguien toma venganza por alguien que no puede defenderse y que los sistemas jurídicos no pueden o no le quieren ejercer justicia. (muertes, desapariciones, asesinatos, desahucio, robos etc.) Estas emociones las experimentamos por igual cuando se trata de casos de la vida real, como cuando el cine nos ofrece imágenes, de venganza justificable o como reacción de auto-subsistencia, al respecto.
Con frecuencia y eufemísticamente le damos el nombre de desquite, revancha, equilibrio de fuerzas, compensación, alternancia (por ejemplo, en las contiendas políticas, societarias o deportivas) y, otras veces sin tanto eufemismo llamamos, a estas emociones, quid por quo, ajuste de cuentas, auto-defensa, justicia por mano propia, justicia por quien no puede defenderse, todo se paga, me las pagarás, quien me la hace la paga y, en buena cuenta, me vengaré o vengaré la memoria de...
Y de todas esas manifestaciones emocionales de impotencia decimos que es un plato que se tiene que comer frío; es decir, que hemos de tomar todas las precauciones posibles a nuestro alcance a fin de que la contra-reacción que nuestra expresión verbal, gestual o ejecutora pueda generar, no nos alcance (contra-reacción en cascada de causa-efecto y reacción-contra-reacción), Pero muy pocas veces tomamos conciencia de que este fenómeno emocional en cascada, tiene origen en nuestros pensamientos, en el conjunto de discursos vengativos interiores, de nuestra mente y, de ellos no nos premunimos, no nos defendemos y...
La consecuencia de esta falta de recogimiento interior de nuestra mente y de nuestro espíritu... no son los actos de venganza justiciera que pensamos... es la perturbación espiritual, mental, verbal y emocional que solemos expresar en las relaciones interpersonales de nuestro quehacer diario aue hacen que los que nos rodean, especialmente los más próximos (familia, vecinos, compañeros de rebajo), "paguen" por nuestros desequilibrios mentales, que usamos como proyecciones de agresividad inconscientes e injustificables o desproporcionadas. Y a todo esto solemos llamarlo "entereza o expresiones de la fortaleza de nuestro carácter" Alimentamos la ira contra un hecho del pasado, en nuestro pensamiento, y extendemos nuestra irascibilidad con todos aquellos con quienes creemos tener poder o dominio de autoridad, de nuestro entorno. Vengamos la impotencia del pasado, con los débiles del presente más próximo.
Y en el plano social, intentamos hacer (o hacemos) que los supuestos o reales agresores del pasado paguen a través de los actuales "herederos". Se suele decir que las culpas de los padres no tienen porqué heredarlas los hijos o que los errores de los hijos no son atribuibles a los padres, pero no es así en la realidad. La realidad social es irascible y vengativa pero decimos que estamos activando la memoria histórica, cuando en realidad estamos usando las emociones de venganza de los colectivos sociales, para nuestro provecho. Más sinceramente hablaríamos si dijéramos que reeditamos la "memoria histérica que no histórica" porque la historia evocada por la memoria, miente, pues imposible es analizar y llegar a dilucidar todas las variables de la historia y las implicaciones de justicia e injusticia de las mismas.
Con las "histerias históricas" sólo alcanzamos a hacer real el dicho popular de que "la historia se repite" porque las venganzas, en todas sus formas, son fuerzas psico-físicas y bien sabemos que a toda fuerza de acción corresponde otra de contra-reacción de sentido contrario y de parecida intensidad (no es de la misma intensidad porque la ley de la entropía lo imposibilita). Y el adagio romano de "historia magistra vitae" (la historia es la maestra de la vida), sólo es verdad si es usada para rectificar los errores del pasado pues, de cualquier otra manera, volveremos a repetir los mismos o parecidos errores. Las venganzas que supuestamente restaurarían las deudas del pasado, sólo aseguran repetir los errores del pasado, teniéndonos a nosotros como protagonistas.
Sé que lo antedicho tiene implicancias jurídicas (no sólo psicológicas) y, por eso, llegados a este punto, es necesario decir que hay una "venganza positiva" cuando el quehacer de la historia es interpelado y no proyectado hacia el futuro ni en el plano social ni en ell individual, para organizar el orden social desde el PERDÓN; sólo el perdón, y no la supuesta justicia, puede romper la cadena nefasta de la venganza; cualquier otro proceder no ha detenido la historia de las injusticias ni de la venganza porque TODAS LAS FORMAS DE VENGANZA (eufemísticas o sin eufemismos) son expresiones de IMPOTENCIA de nuestra inteligencia emocional y no de fortaleza; ésta se encuentra en el perdón.
Psicológicamente , tanto a nivel de vivencia subjetiva como a nivel de vivencia de los colectivos o psicología social, podemos analizar la impotencia que experimentamos para hacer frente a la venganza (y al odio que ésta encubre) y así manejar nuestra inteligencia emocional (esclavizada por la venganza y el odio) en 3 niveles de incontinencia o de impotencia:
- incontinencia o impotencia para dirigir el recogimiento emocional, el recogimiento mental y el recogimiento espiritual de cada uno de nosotros-as hacia la creatividad, desde la honestidad,
- incontinencia o impotencia para frenar la apetencia (irracional) de poder y dominio sobre el o los agresores, reales o probables, del pasado social,
- incontinencia o impotencia para perdonar y no volver a repetir los hechos del pasado, disfrazados de lenguajes eufemísticos.
Por estos 3 niveles de impotencia e incontinencia de nuestra inteligencia emocional no resolvemos el problema del odio y de la venganza, entre sí confabulados.
Si reconocemos en nosotros estos 3 niveles de impotencia incontinente, nos resultará racionalmente fácil y emocionalmente relativamente fácil, entender porqué sólo el perdón tiene la virtud, es decir, la fortaleza para reivindicar el pasado, con proyección positiva hacia nuestro futuro, desde la experiencia de libertad que da el habernos quitado un peso histórico e histérico.
La realidad de la venganza existe, como potencia o en acto, en todos y cada uno de nosotros porque la vida, y la historia como parte de la vida, es una lucha contra "el mal, lo malo y el malo" y el arma para vencer a la venganza y al odio que ésta encubre es EL PERDÓN; no tenemos otro modo de liberación.
(permítanme remitirles al post "El perdón y
a quién tenemos que perdonar")
a quién tenemos que perdonar")
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