En base al post anterior, me será más fácil contestar las preguntas que prometí responder, con la intención de no dejar cuestionamiento alguno sin responder. (tampoco pondré imágenes en este post)
Puesto que la persona humana está estructurada por la organicidad somática (o física), por la experiencia psíquica (o afectivo-cognitiva) y por todos los modos de vivencia espiritual (sexualidad o amor) y siendo esta última expresión la que da unidad, es la guía y da sentido a las otras dos, hemos de convenir en que el amor o sexualidad puede y debe estar implicado en la organicidad somática (o genitalidad) y de igual modo lo ha de estar en las vivencias afectivo-cognitivas. Pero es igualmente claro, en la experiencia de todos, que "del ser al deber ser" suele haber mucho trecho por lo que es necesario analizarlo y así contestar a los interrogantes de Anónimo y de Debora.
Es muy frecuente escuchar y leer que los varones y las mujeres amamos de manera diferente. Hay dos dimensiones que distinguir: el actuar cotidiano en la expresión del amor y la "potencia de ser" personas en las expresiones de amor.
Indudablemente somos morfológica y funcionalmente diferentes y esto está condicionado filogenéticamente, para cumplir roles procreativos (biológicos y sociológicos) complementarios, pero cosa muy distinta es el condicionamiento caracterológico cuya función genética es la comunicación propia de la especie que, en nuestro caso, la evolución de nuestro cerebro la ha llevado a superar e independizarse de la fase filogenética, de manera tal que las funciones genital-procreativas no son ya instintuales sino solamente pulsionales.
No existe en los seres humanos, biológica y científicamente hablando, el instinto sexual, aunque se afirme lo contrario millones de veces en textos con cariz científico, divulgativo, procaz, coloquial o religioso. Y porque así es podemos orientar nuestra pulsión genital-procreativa como mejor nos parezca sin que por ello, en estricto rigor, se produzcan disfunciones orgánicas o enfermedades ni patologías emocionales de ningún genero. Podemos orientarla hacia la recreación, la socialización, la procreación o hacia la continencia con la más variada diversidad de intenciones (la ciencia, el arte, la política, la producción literaria, la religión, el servicio y todas las formas de altruismo en general)
De lo dicho se desprende que la diferencia en el amar erótico-genital entre varones y mujeres es solamente cuestión de educación o no educación del carácter de los individuos. Desde mi experiencia profesional puedo aportar tres observaciones que considero valiosas para este análisis:
¿Qué hacer cuando esta realidad negativa nos haya alcanzado?... aplicarnos el dicho de que lo que no aprendió Pepito tendrá que aprenderlo Pepote.
Ahora bien, ¿puede la vivencia erótico-genital llegar a ser una expresión de sexualidad y amor? Sí, puede y debe llegar a serlo para lo cual es imprescindible la creatividad conducente a la expresión y experimentación de gozo o de placer y, cuando así se logra, se habrá superado la dimensión genital para integrarse como dimensión emocional-afectiva-erótica porque tendrá como objetivo el gozo de la otra persona. De no ser así, la relación genital no pasará de ser una modalidad más de "masturbación" (no entendido el término literalmente, claro está). La sexualidad puede y debe expresarse en la genitalidad pero no se logra de manera espontánea; se precisa de consciencia que guíe al autocontrol, a la creatividad y a la generosidad; en suma a la educación continua del carácter.
Este comportamiento erótico-genial-creativo tiene, además de los costos inherentes a la creatividad, otros de mayor envergadura: romper dos expresiones de hipocresía: una, moral-religiosa y otra, social-política.
La hipocresía moral-religiosa expresada en la afirmación de que "todo acto genital ha de estar abierto a la vida" para ser moralmente saludable (vida es el término que se usa para disfrazar el concepto "procreación") .
La comunicación erótico-genital entre personas tiene triple finalidad: comunión emocional (pasional), encuentro personal (afectivo) y función procreativa (dar vida). Esta tercera finalidad no debe estar librada al azar, entre personas, sino que debe formar parte del orden, dirección y sentido de sus vidas para lo cual no puede dejar de ser previsible y, por lo mismo, no todo encuentro erótico-genital debe estar irrestrictamente abierto a la procreación pues, de no ser así la procreación carecería de dignidad personal. El criterio es dictado por personas que no asumen la paternidad ni biológica, "por autodefinición", ni educativo-social aunque no tienen impedimento jurídico para ello y utilizan sistemáticamente doble-discurso: el oficial y el privado.
Ahora bien, sabido es que nuestra biología suele saltarse "a la torera" la capacidad de previsión y, a veces nuestros absurdos eufórico-pasionales ayudan a la biología y, entonces, la vida se hace presente como consecuencia de los mismos. En estos casos la vida nueva ha de ser asumida como parte de la relación erótico-genital para que pueda tener la categoría de relación erótico-genital adulta, madura y saludable y, por ende, relación erótico-genital entre personas; no valen escusas que serán siempre expresiones de hipocresía amparadas por miedos a perder comodidad y buscar hedonismo, facilismo y secundar el carácter sin educación para afrontar responsabilidades adultas y la propia vida.
¿Y qué si la nueva vida es producto de una violación?
Es claro el tema; se trata de un comportamiento patológico social, es la consecuencia de una enfermedad social; luego es la sociedad quien ha de asumir el fruto de tal patología como lo hace con cualquier otra enfermedad o pandemia y llevarlo, por la política y educación adecuada, a término saludable.
Vale decir, no se puede condenar a la madre gestante a cargar con la obligación de una maternidad educadora que no eligió y de la que fue víctima, si es que no está preparada para hacerlo, pero la sociedad no tiene poder, ni moral, ni jurídico, aunque así se lo atribuya apelando a la democracia, para eliminar una vida humana con igual potencia de ser persona que cualquier otro ser humano engendrado.
La madre gestante sufre un "accidente social" como hay tantos accidentes que tenemos que sufrir y la sociedad tiene la obligación de ayudarla a superar esta "patología social.
Debatir políticamente sobre la licitud jurídica del aborto en estos casos es, simple hipocresía político-social, facilismo, hedonismo social, conveniencia económico-financiera, una forma más de encubrir la pena de muerte en lugar de afrontar la patología de la violencia de género con eficiencia, que de eso se trata.
Ambos modos de hipocresía tienen el mismo común denominador: búsqueda de ganancias; de dominio ideológico (sojuzgación de la libertad por la ocultación de la verdad); ganancia social (proposición falsa de redención de la conciencia), y ganancia económica (consecución de adeptos).
Llegados a este punto abordaré los interrogantes de Mary... pero lo haré en el siguiente post para no hacer éste más extenso.
Puesto que la persona humana está estructurada por la organicidad somática (o física), por la experiencia psíquica (o afectivo-cognitiva) y por todos los modos de vivencia espiritual (sexualidad o amor) y siendo esta última expresión la que da unidad, es la guía y da sentido a las otras dos, hemos de convenir en que el amor o sexualidad puede y debe estar implicado en la organicidad somática (o genitalidad) y de igual modo lo ha de estar en las vivencias afectivo-cognitivas. Pero es igualmente claro, en la experiencia de todos, que "del ser al deber ser" suele haber mucho trecho por lo que es necesario analizarlo y así contestar a los interrogantes de Anónimo y de Debora.
Es muy frecuente escuchar y leer que los varones y las mujeres amamos de manera diferente. Hay dos dimensiones que distinguir: el actuar cotidiano en la expresión del amor y la "potencia de ser" personas en las expresiones de amor.
Indudablemente somos morfológica y funcionalmente diferentes y esto está condicionado filogenéticamente, para cumplir roles procreativos (biológicos y sociológicos) complementarios, pero cosa muy distinta es el condicionamiento caracterológico cuya función genética es la comunicación propia de la especie que, en nuestro caso, la evolución de nuestro cerebro la ha llevado a superar e independizarse de la fase filogenética, de manera tal que las funciones genital-procreativas no son ya instintuales sino solamente pulsionales.
No existe en los seres humanos, biológica y científicamente hablando, el instinto sexual, aunque se afirme lo contrario millones de veces en textos con cariz científico, divulgativo, procaz, coloquial o religioso. Y porque así es podemos orientar nuestra pulsión genital-procreativa como mejor nos parezca sin que por ello, en estricto rigor, se produzcan disfunciones orgánicas o enfermedades ni patologías emocionales de ningún genero. Podemos orientarla hacia la recreación, la socialización, la procreación o hacia la continencia con la más variada diversidad de intenciones (la ciencia, el arte, la política, la producción literaria, la religión, el servicio y todas las formas de altruismo en general)
De lo dicho se desprende que la diferencia en el amar erótico-genital entre varones y mujeres es solamente cuestión de educación o no educación del carácter de los individuos. Desde mi experiencia profesional puedo aportar tres observaciones que considero valiosas para este análisis:
- Que la falta de educación de la espontaneidad del carácter y el control consiguiente del mismo ("los prontos") es la causa principal de las dificultades y consiguientes fracasos de las relaciones de pareja y, por lo mismo, de los divorcios y este es un mal que por igual atañe a hombres como a mujeres. De aquí se deriva otra causa de dificultades graves para la relación de pareja: la dificultad o la carencia de diálogo verdadero.
- Que la educación en el auto-control del carácter es más fácil de observar entre las personas homosexuales que entre las heterosexuales. Esto no quiere decir que carezcan de problemas las relaciones interpersonales entre estas personas pero sí nos pone de manifiesto que la "androgineidad caracterológica" (dominio del carácter para la comunicación) debería ser uno de los objetivos a proponernos alcanzar todas las personas, sin pretender renunciar a nuestro carácter, pues no lo conseguiremos por ser éste de naturaleza genética.
- Que las llamadas necesidades genitales de los varones y mucho más apremiantes que las correspondientes de las mujeres son solamente consecuencia de la falta de educación de carácter de los hombres. En la práctica, tienen las mujeres mayor capacidad de respuesta erótico-genital que los varones y más sostenida en el tiempo.
¿Qué hacer cuando esta realidad negativa nos haya alcanzado?... aplicarnos el dicho de que lo que no aprendió Pepito tendrá que aprenderlo Pepote.
Ahora bien, ¿puede la vivencia erótico-genital llegar a ser una expresión de sexualidad y amor? Sí, puede y debe llegar a serlo para lo cual es imprescindible la creatividad conducente a la expresión y experimentación de gozo o de placer y, cuando así se logra, se habrá superado la dimensión genital para integrarse como dimensión emocional-afectiva-erótica porque tendrá como objetivo el gozo de la otra persona. De no ser así, la relación genital no pasará de ser una modalidad más de "masturbación" (no entendido el término literalmente, claro está). La sexualidad puede y debe expresarse en la genitalidad pero no se logra de manera espontánea; se precisa de consciencia que guíe al autocontrol, a la creatividad y a la generosidad; en suma a la educación continua del carácter.
Este comportamiento erótico-genial-creativo tiene, además de los costos inherentes a la creatividad, otros de mayor envergadura: romper dos expresiones de hipocresía: una, moral-religiosa y otra, social-política.
La hipocresía moral-religiosa expresada en la afirmación de que "todo acto genital ha de estar abierto a la vida" para ser moralmente saludable (vida es el término que se usa para disfrazar el concepto "procreación") .
La comunicación erótico-genital entre personas tiene triple finalidad: comunión emocional (pasional), encuentro personal (afectivo) y función procreativa (dar vida). Esta tercera finalidad no debe estar librada al azar, entre personas, sino que debe formar parte del orden, dirección y sentido de sus vidas para lo cual no puede dejar de ser previsible y, por lo mismo, no todo encuentro erótico-genital debe estar irrestrictamente abierto a la procreación pues, de no ser así la procreación carecería de dignidad personal. El criterio es dictado por personas que no asumen la paternidad ni biológica, "por autodefinición", ni educativo-social aunque no tienen impedimento jurídico para ello y utilizan sistemáticamente doble-discurso: el oficial y el privado.
Ahora bien, sabido es que nuestra biología suele saltarse "a la torera" la capacidad de previsión y, a veces nuestros absurdos eufórico-pasionales ayudan a la biología y, entonces, la vida se hace presente como consecuencia de los mismos. En estos casos la vida nueva ha de ser asumida como parte de la relación erótico-genital para que pueda tener la categoría de relación erótico-genital adulta, madura y saludable y, por ende, relación erótico-genital entre personas; no valen escusas que serán siempre expresiones de hipocresía amparadas por miedos a perder comodidad y buscar hedonismo, facilismo y secundar el carácter sin educación para afrontar responsabilidades adultas y la propia vida.
¿Y qué si la nueva vida es producto de una violación?
Es claro el tema; se trata de un comportamiento patológico social, es la consecuencia de una enfermedad social; luego es la sociedad quien ha de asumir el fruto de tal patología como lo hace con cualquier otra enfermedad o pandemia y llevarlo, por la política y educación adecuada, a término saludable.
Vale decir, no se puede condenar a la madre gestante a cargar con la obligación de una maternidad educadora que no eligió y de la que fue víctima, si es que no está preparada para hacerlo, pero la sociedad no tiene poder, ni moral, ni jurídico, aunque así se lo atribuya apelando a la democracia, para eliminar una vida humana con igual potencia de ser persona que cualquier otro ser humano engendrado.
La madre gestante sufre un "accidente social" como hay tantos accidentes que tenemos que sufrir y la sociedad tiene la obligación de ayudarla a superar esta "patología social.
Debatir políticamente sobre la licitud jurídica del aborto en estos casos es, simple hipocresía político-social, facilismo, hedonismo social, conveniencia económico-financiera, una forma más de encubrir la pena de muerte en lugar de afrontar la patología de la violencia de género con eficiencia, que de eso se trata.
Ambos modos de hipocresía tienen el mismo común denominador: búsqueda de ganancias; de dominio ideológico (sojuzgación de la libertad por la ocultación de la verdad); ganancia social (proposición falsa de redención de la conciencia), y ganancia económica (consecución de adeptos).
Llegados a este punto abordaré los interrogantes de Mary... pero lo haré en el siguiente post para no hacer éste más extenso.
Gracias, Julián.
ResponderEliminarUna vez más aclarando interrogantes y con todo el tema que desarrollas de manera más específica se aclaran otras interrogantes que ya tenia mucho antes de leer tus post y ,que sin embargo, no había hecho y terminaste aclarando .
Gracias y saludos!
Mary, me alegra haberte sido útil pero me alegra mucho más que dialogues con nosotros.
ResponderEliminarTe animo a seguirlo haciendo, preguntando, opinando, discutiendo etc., porque todos serán modos de aporte y enriquecimiento mutuo. Estoy convencido de que es la única forma de ser inteligentes.
Gracias
De acuerdo.
ResponderEliminarAsí lo seguiré haciendo.
Gracias.
Saludos
Gracias por acoger la invitación con generosidad
ResponderEliminarJulián