Apreciados-as y añoradas-os dialogantes. Hace un año que me he visto obligado a desconectarme de Uds. por este medio. Quiero reanudar ahora el diálogo, si me lo permiten, y lo hago por medio del TEMA del AMOR porque creo que está falsificado, adulterado y prostituido. Corre el mismo riesgo que el tema del sexo, las relaciones sexuales y la sexualidad (tema compartido en posts anteriores). Es tema extenso, denso en el lenguaje justo y complejo en sus alcances, por lo que lo divido en 3 partes, y así comienzo.
Las EMOCIONES son respuestas ORGÁNICAS (automatismos filogenética y genéticamente desarrollados por la evolución de nuestra especie) producidas por la interacción de nuestro diencéfalo y rinencéfalo, motivadas (causadas) por la estimulación SENSORIAL (por los sentidos) y/o por la MEMORIA ORGÁNICA (memoria metabólica a la que habitualmente se identifica como “mente”). Estas respuestas automáticas o cuasiautomáticas, de nuestro cuerpo, están abiertas a la comprensión (preconsciente o consciente) desde las INTELIGENCIAS EMOCIONALES (inteligencias que desarrollamos con cada uno de nuestros sentidos para lograr la supervivencia y el disgfrute sensorial, que son los 2 objetivos que persiguen nuestros sentidos).
Las emociones humanas son,
analíticamente hablando, individuales y subjetivas; y caracterológicamente
hablando, autodefinidas. Pero por nuestra DEPENDENCIA SOCIAL (es decir, por
nuestra invalidez individual para la subsistencia) nuestros sentidos captan la
realidad que el medio ambiente (ecológico y social) en que nacemos, nos ofrece.
Razón por la cual no puede existir uniformidad en la valoración de las
emociones de los distintos grupos humanos (o etnias) ni entre los individuos de
la misma etnia o grupo humano (aunque puedan darse semejanzas) pues somos
tributarios de las limitaciones que imponen a nuestros sentidos los
condicionantes biológicos, ecológicos y sociales en que nacemos.
Por esta razón y por la vía de lo
emocional no nos es posible llegar al conocimiento de la verdad total y acabada, en todo aquello que nos propongamos conocer, porque a las
limitaciones heredadas de nuestros sentidos se añaden la diversidad de los
condicionantes sociales, etológicos y ecológicos en los que abrimos nuestros
sentidos.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL, en interacción con la memoria orgánica (la memoria desarrollada y acumulada por cada uno de nuestros sentidos), crea o genera en nosotros (inconsciente y/o instintivamente) automatismos conductuales generadores de la necesidad de que las emociones (con las limitaciones que les son inherentes) sean aceptadas por nuestra INTELIGENCIA RACIONAL SUBJETIVA (porque en cada individuo tiene peculiaridades diferentes y a las que podemos llamar justificaciones o, lo que es lo mismos, maneras de mentir y/o mentirnos con elegancia) para posteriormente dinamizar creativamente y diversificar respuestas aprendidas (a lo que podríamos llamar “familias de respuestas”) mediante la INTELIGENCIA VOLITIVO INTENCIONAL con expresiones fruitivas y/o cognitivas y/o creativas, por igual subjetivas que intersubjetivas.
Por último, hemos de considerar
que… dada la complejidad de nuestra manera de ser humanos y/o personas humanas,
definidos por 3 variables (o componentes) cuerpo (o soma), alma (o psique) y
espíritu, no superpuestas sino en intrínseca interacción (y contingencia
necesaria) … las emociones se expresan tanto en y por nuestro cuerpo, como en y
por nuestra alma y, en y por nuestro espíritu.
Por estas razones las expresiones
emocionales (o formas de lenguaje emocionales o formas de conocimiento
emocional) no son discutibles ni necesariamente expresan contenidos de verdad,
sino que por ellas manifestamos vivencias auto-gratificantes con las que podremos
estar, o no estar, de acuerdo con las emociones de los demás y que seguirán
siendo cambiantes a lo largo de la historia de cada individuo y de los distintos
grupos humanos o etnias. Este es el origen de los MITOS de cada cultura, de3 cada grupo étnico y de cada vivencia individual. De estas realidades se deduce que la valoración moral de las
emociones es muy difícilmente plausible y menos aún aceptable universalmente; es más, diría
que tal valoración de las emociones es un intento de sojuzgar, esclavizar y dominar, de un grupo
humano a otro grupo humano o de un momento de la historia, desde otro momento
de la historia. Pero, paradójicamente, sí podemos valorar moralmente las
conductas derivadas de las emociones, porque éstas y sus vivencias no son las
únicas dimensiones de nuestras inteligencias.
De esta complejidad emocional, tridimensional
(soma, psique y espíritu en intrínseca u ontológica complementariedad o
contingencia necesaria), se derivan nuestras APETENCIAS (anhelos o deseos) más
importantes para vivir: las apetencias de valoración o valorativas (valoramos o
somos valorados); las apetencias de fruición o fruitivas (disfrutamos o somos
objeto de disfrute para alguien) y, las apetencias de posesión o posesivas
(poseemos a alguien o somos posesión de alguien). Y cuando se conjugan al unísono las
apetencias valorativas, las fruitivas y las posesivas (a ese conjunto de
apetencias emocionales) le denominamos AMOR.
Si valoramos, disfrutamos y poseemos a alguien, decimos que le amamos, y
cuando somos valorados, somos objeto de disfrute y somos posesión de alguien,
decimos que somos amados por alguien. A las apetencias de posesión emocional
las llamamos, eufemísticamente… manifestaciones, expresiones o signos de
fidelidad (porque nos repugna el concepto de posesión) pero no por eso dejan de
ser apetencias posesivas.
El amor es, pues, la resultante de un conjunto de emociones, por lo que podemos decir que
el amor es la expresión básica, de nuestra inteligencia emocional
y no la expresión máxima ni
la más sublime de nuestras inteligencias.
(continua, parte 2)
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