El día 19 de marzo pasado, al final del programa de televisión española, LOS DESAYUNOS (LD), comentaron sobre la puesta en escena teatral "Dios tiene vagina" en el teatro madrileño "El Matadero" y, dos de los contertulios, dijeron explícitamente lo siguiente: (no pongo los nombres porque los desconozco)
-el primero- "me parece bien; tienen todo el derecho de hacerlo porque en este país hay plena libertad de expresión y nos hemos ganado el derecho de ser irreverentes".
-la segunda- "yo estoy de acuerdo (con lo que dijo -el anterior contertulio) y en que tienen el derecho de burlarse de las costumbres religiosas, si quieren y hasta de hacer pornografía porque a nadie se le obliga a asistir... con tal de que no se incite a la violencia".
De veras que en nombre de la libertad de expresión ¿se puede ser irreverente?; no es así, en España, jurídicamente hablando. Prueba de ello es que La Justicia ha impuesto multas económicas (de cuantía simbólica, es cierto) al Futbol Club Barcelona, por permitir (como terceros responsables) burlas al Rey y no respetar el Himno nacional. Y si pensamos en la vecina Francia, a la se suele tomar de referencia en el uso de las libertades (como legado de la Revolución Francesa y su filosofía socio-política) es bueno recordar que el presidente Sarkozy dispuso la suspensión del los partidos de fútbol en los que se repitieran irreverencias análogas.
Parece ser que la Ley no avala el derecho de irreverencia hacia las personas, más allá de que tengan cargos u ostenten títulos o sean ciudadanos de los llamados "de a pie". Recordemos las veces en que personas injuriadas, en los parlamentos nacionales, han respondido a los "irreverentes que gozaban de impunidad jurídica en razón de su cargo de parlamentarios"... retándolos a que repitieran fuera del recinto parlamentario que los protegía y ante la prensa, la misma expresión de irreverencia, para poder querellarse judicialmente contra ellos. Que yo sepa, ninguno de los valientes irreverentes lo ha hecho... porque saben que las irreverencias pueden ser punibles.
LAS IRREVERENCIAS no están reconocidas como un derecho de la libertad de expresión. Y quienes las cometen se exponen a recibir reacciones de agresión y hasta de muerte como sucedió en el penosísimo y lamentabilísimo caso de CHARLIE, en años pasados, porque hay varias formas de incitar reactivamente a la violencia (a lo que se refirió la segunda contertulia) y una de ellas es la irreverencia porque no faltará quien se exalte y ejerza lo que esa-s persona-s pueda-n considerar -también, como su derecho de expresión de libertad-: "ojo por ojo". Hoy, desde la opción evangélica no es una alternativa, para los cristianos y quizás porque esto se sabe es que, los ufanamente irreverentes, esgrimen ante los cristianos su irreal pero cacareado derecho de libre expresión.
Y es que... SÓLO TENEMOS LIBERTAD Y DERECHO-S PARA HACER EL BIEN y para buscar el bien en todas sus formas posibles y con la ayuda de todos los que se interesen en esa-s dimensión-es del bien; hacer el mal, hacer sentir mal arbitrariamente a las personas, no es un derecho de la libertad de acción o de expresión de la-s persona-s, porque hacer el mal o hacer sentir mal a otros es, siempre, un signo de insalubridad psicológica y de psicopatía social explícita, con mayor o menor gravedad recogida por los códigos legales. Y hemos de tener en cuenta que los comportamientos de psicopatía social no eximen de responsabilidad jurídica y social; mucho menos de responsabilidad moral, ética o mística.
El comentario de la segunda contertulia, en su epílogo, lo matizó con... "el no riesgo de provocar violencia", y con razón. Pero olvidó que su comentario de permisividad y tolerancia "irenista", lo estaba haciendo en un horario abierto a todos los públicos, y me preocupa especialmente el público púber y adolescente porque suele estar ávido de liberalismo y de "no-importaquismo" moral.
Me permito la osadía de pensar que, esta señora estará de acuerdo en afirmar que, si los menores de edad hacen uso de canales de pornografía ,serán los padres, tutores o maestros los que habrán estar en alerta educativa, pues los males sociales y morales que de ese uso se derivan suelen ser graves psicológicamente y, socialmente, económicamente costosos.
Pero si ella hace propaganda a favor de la pornografía en horario abierto a todos los públicos... "¿estará haciendo uso de su libertad de expresión o abuso, que incita subliminalmente a la violencia?". ¿ O en su consciencia no es así, señora ?
En verdad, desconozco si lo que yo afirmo fue la intención, o no, de la señora aludida pero tampoco el resto de los contertulios ni el director del programa hicieron la menor mueca de desaprobación o desacuerdo, respecto de las opiniones expresadas por sus compañeros de mesa (tácitamente por respeto a la libertad de expresión de la prensa), lo que a mi parecer, les hace cómplices pasivos de lo expresado por estas dos personas en referencia.
Me han dado la impresión de que temen que al periodismo se le puedan poner límites porque están hartos de haberlos soportado y ahora preconizan la libertad irrestricta de la prensa (como mecanismo reactivo) en todas sus formas porque, según afirman, " tienen el deber de informar " de lo que acontece en el mundo, sin emitir juicios de valor moral sobre ellos.
Pero no es así porque, en el caso que estamos analizando: sí han emitido juicios de valor y de valoración moral en horario abierto a todos los públicos; es más, no es posible propagar una noticia, cualquiera que esta sea, sin emitir un juicio de valor aseverativo o soterrado o subliminal o más o menos manifiesto sobres los comportamientos descritos.
Pienso que estas personas que afirman tener derecho o que afirman que "nos hemos ganado el derecho" a ser irreverentes, reaccionarían, se expresarían y sentirían ... diferente... si alguien en nombre de la libertad de expresión hiciera parodia o caricatura (con facilidad de identificación gráfica) sobre dos personas, queridas, de su entorno familiar. En este caso hipotético, inventado por mi, ¿se sentirían violentados o, incitados a la violencia o, experimentarían la impotencia de ser esclavos de sus afirmaciones?
¿ Qué hacer frente a las provocaciones, cada vez más frecuentes, de los que hacen uso del supuesto derecho a ser y/o expresarse irreverentemente ? Tres acciones: las dos primeras nos corresponden a todos los adultos, sin restricción, y la tercera a quienes tengamos responsabilidades educativas.
- Denunciarlos por todos los medios, jurídicos y de comunicación social, a nuestro alcance y esperar la acción de los sistemas de justicia que normalmente llegarán tarde, pero llegarán de algún modo, dejando antecedentes que luego podrán ser usados con eficiencia legal-coercitiva.
- Reaccionar con indiferencia pasiva y con mutismo social ante sus hechos, porque todos son comportamientos social-histéricos de cuyas raíces (los que los ejecutan) no siempre son conscientes y que se suelen extinguir con quienes los protagonizan porque no suelen tener ningún aporte para con la "verdad trascendente y porque estéticamente son grotescos".
- Hacer pedagogía social e histórica -explícita- con los niños y adolescentes, al respecto de lo que es y debe perseguir la libertad, para que del mal socio-psicológico, denunciado, puedan aprender a respetar, a defenderse y defender a las personas vulnerables y ayudarles a librarse de las "reacciones emocionales perversas" que con distintas tonalidades caracterológicas se suscitarán en ellos, por contingencia necesaria.
La libertad y la verdad guardan relación biunívoca (porque se implican necesariamente en todas las acepciones que el desarrollo social ha inventado) y si una de las dos falla, la otra sólo existe desde las expresiones de perversidad, es decir, desde la psicopaticidad en mayor o menor grado. Dicho de otro modo, somos personas libres (de manera saludable) cuando pensamos, nos expresamos y actuamos ayudando a otras personas a descubrir la verdad que buscan sin imponerles nuestra forma de entender la verdad. Y nos comportamos verazmente, nos expresamos verbalmente con veracidad y pensamos verazmente en nuestro fuero interno, cuando apoyamos la libertad de los demás.
Estas dos dimensiones -libertad para la verdad y verdad para ser libres- son incompatibles con la irreverencia porque la irreverencia es siempre un mecanismo de agresividad contra alguien y subliminalmente una forma de incitación a la violencia.