En este post pido, a los dialogantes, suplan mis limitaciones en el uso de la tecnología y construyan, mentalmente, un árbol de cuyo tronco se extiendan 3 grandes ramas una hacia la izquierda, la otra hacia la derecha y, del medio de ellas, se generará una tercera "rama vectorial invisible" pero real (en el mundo de la física) y, a su vez, hagan que estas tres ramas iniciales, se proyecten en 3 ramas más delgadas.
Imagínense la savia (que alimenta este árbol y ramas) compuesta de 3 nutrientes: acto de ser (como se presenta espontáneamente en la naturaleza); forma de ser (las maneras que la persona humana puede elegir para manifestar su vida a lo largo del tiempo) y, razón de ser (los objetivos que se persigue, con la forma elegida, para manifestarse como persona humana y susceptible de cambio a lo largo del tiempo)
- El acto de ser de la vida humana es el celibato; la vida humana nace célibe (tronco del árbol) y no excluye a nadie, ni es exclusivo de alguien.
- El celibato tiene 2 formas visibles de ser, en la persona humana; el celibato permanente o el celibato intermitente (ramas del tronco) y 1 tercera rama invisible pero de contingencia necesaria para la vida saludable: la castidad (para ambas formas, elegibles, para ser personas humanas).
- La razón de ser de las 2 ramas visibles y de la tercera invisible, es una expresión distinta para cada rama, pero complementarias necesariamente porque nacen del mismo tronco, a fin de llegar a dar frutos sabios en nuestro espíritu, llegar a ser co-creadores con la naturaleza y llegar a ser receptivos con el grupo, con la comunidad, con el diferente.
El término celibato deriva del latín, celebis = soltero y tiene la misma raíz que coelis = cielo y que celator = cincelador. Esta trilogía de familia lingüística ha alimentado conceptual e intuitivamente (en las distintas culturas) el peso que se ha dado a las dos manifestaciones temporales del celibato original y el optativo (permanente e intermitente) y al vector -virtual- resultante (físicamente hablando) de la castidad.
De forma tal que al celibato, según los espacios histórico-culturales, se le han atribuido valoraciones celestiales, mágicas y cinceladoras de personalidades "quasi divinas" o, por el contrario, se le ha responsabilizado de consecuencias culposas, esclavizadoras e inhibidoras de la expresión libre y, por lo mismo, aniquiladoras de la dignidad y de la salud personal. (Me excuso de mencionar nombres concretos para ambas posturas, por razón del espacio de este post que, de por sí, resultará un poco largo y denso)
El celibato permanente es la opción para desarrollarse como soltero (biológica-social-cultural-espiritual y místicamente), auto-deprivándose de todo vínculo sexo-genital a fin de desarrollar la creatividad (en cualquier manifestación y expresión cultural) desde la identidad -volitiva- de persona autónoma y sin dependencia obligatoria.
El celibato intermitente es la opción para desarrollarse creativamente (biológica-social-cultural-espiritual y místicamente) haciendo uso del vínculo sexo-genital - de modo exclusivo y excluyente- aceptando la dependencia obligatoria-interpersonal que de este uso se deriva, al mismo tiempo que asume la obligatoriedad de fidelidad al modo (exclusivo y excluyente) de la opción hecha. Porque, irremediablemente, habrá circunstancias eventuales o periódicas, que se nos impondrán a las personas así vinculadas y que se constituirán en períodos de fidelidad... reiterando, de este modo, el uso, forzado-eventualmente por circunstancias temporales, del celibato original de la vida.
Tanto el celibato permanente como el celibato intermitente son, en sí mismas, opciones libres que nos permiten ser y expresarnos como personas humanas y, en ambos casos, tendrán acto de ser, forma de ser y razón de ser, diferentes
La prioridad hegemónica y la valoración correspondiente del celibato intermitente o del celibato permanente, es de carácter cultural y, por lo mismo, su acto de ser, su forma de ser y su razón de ser han ido cambiando y seguirán cambiando a lo largo de la historia y de las latitudes, tanto a nivel individual como a nivel social y/o de los colectivos humanos.
Por esta característica de cambio (individual, socio-colectivo y cultural), las dos formas pueden ser experimentadas saludablemente en su acto de ser, en su forma de ser y en su razón de ser, pero no puede ninguna de las dos formas asegurar la experiencia saludable de la vida personal, social o cultural por más que el celibato nos constituya, porque así nacemos, y después se diversifique.
Para que cualquiera de las dos opciones de celibato sea saludable, requiere de una virtus = fuerza: la castidad. La castidad es el vector resultante de la conjunción de las dos fuerzas en que el celibato se bifurca. (Hablo, de física vectorial, por analogía)
La castidad ha de ser definida (con carácter universal y despojada de todo cariz cultural) como la virtud-vectorial de la continencia que, por ser la resultante de las dos formas naturales del celibato, tiene como dirección y sentido (o finalidad) ser el equilibrador de todas las formas de expresión de la inteligencia emocional, sobre las que se fundamentan las diversas manifestaciones de la fidelidad humana y de la fidelidad personal.
Su acto de ser es el desarrollo gozoso y jerárquico de las vivencias genital, sexual y de la sexualidad.
Su forma de ser consiste en dar eficiencia al celibato permanente y al celibato intermitente.
Su razón de ser es el sentido intencional para lograr la utopía creativa de perfectibilidad mística, a la aspira la persona humana, sin distinciones.
La castidad a causa del acto, forma y razón de ser, (que le son propias) no es autónoma para la consecución de sus objetivos, ni es espontánea en la naturaleza del ser humano, pero sí es natural a la persona humana.
Estas limitaciones son las que han hecho que en casi todas las culturas y tiempos la hayan confundido con códigos morales restrictivos de la expresión genital y casi todas la han subvalorado y denostado hasta considerarla signo patológico en lo individual y expresión social de vergüenza, por la esterilidad que conllevaba, o como signo teológico de culpabilidad. Y a quienes la asumían como opción de vida desde el celibato permanente han sido considerados como santones dignos de veneración o como excéntricos y portadores de psicopatías en mayor o menor grado.
Pero de la savia de la castidad se nutren (a la vez que es generada en relación biunívoca) del acto, forma y razón de ser del celibato permanente y del celibato intermitente, contingentemente consustanciales a la vida humana y a la vida de las personas humanas. (Podría haber sido de otra manera, pero no lo es)
Del celibato intermitente (en interacción personal-física y fisiológica) su acto de ser es la matrimonialidad, generatriz de vidas; su forma de ser es la conyugalidad, alentadora de las empresas vitales y, la razón de ser es la esponsalidad, aliviadora del lastre de la historia y del carácter de las personas.
Del celibato permanente (en interacción personal-volitiva-moral y ética) su acto de ser es la continencia genital y sexual, liberadora para servir; su forma de ser es el desarrollo de valores trascendentes desde la honestidad y, la razón de ser es el conjunto de expresiones de la vivencia mística, desde el honor.
Así entendidos el celibato, en sus dos formas, y la castidad, son vectores (flechas o sagitas) que habremos de cultivar (con orden dirección y sentido) para poder desarrollar nuestra personalidad de manera saludable. De cualquier otro modo no se podrá cultivar, ni en la vida de interacción ni en el fuero interno, ninguna de las expresiones de fidelidad.
La inconsciencia del valor del celibato y de la castidad y la inconsciencia de la necesidad de la educación, preventiva y remedial, de estos valores son, a mi juicio, la razón más importante que explica la escalada social e individual de la agresividad y de la actitud destructiva del momento cultural en que vivimos.
Educar a nuestros hijos en esta dirección exige asumir, con conciencia explícita, la identidad de ser minoría; la auto-segregación-creativa como forma de vivir, socialmente; la expresión gozosa (que no feliz porque eso no existe como estado) con buen humor (saber conjugar el verbo H-amar) y, de manera comunicativa, saliendo de los espacios de comodidad agresivo-pasiva de las minorías .
Este reto tiene, inherentes, dos limitaciones: Primero, es difícil y fatigante si lo desarrollamos solos; se hace más fácil si contamos con el apoyo de otras personas que, como nosotros, hayan asumido este reto. Segundo, hemos de aceptar a priori que, nuestros hijos no necesariamente nos querrán secundar y, por paradójico que aparente ser, aceptar este hecho, será un signo de éxito en la tarea de desarrollar una personalidad saludable..
De forma tal que al celibato, según los espacios histórico-culturales, se le han atribuido valoraciones celestiales, mágicas y cinceladoras de personalidades "quasi divinas" o, por el contrario, se le ha responsabilizado de consecuencias culposas, esclavizadoras e inhibidoras de la expresión libre y, por lo mismo, aniquiladoras de la dignidad y de la salud personal. (Me excuso de mencionar nombres concretos para ambas posturas, por razón del espacio de este post que, de por sí, resultará un poco largo y denso)
El celibato permanente es la opción para desarrollarse como soltero (biológica-social-cultural-espiritual y místicamente), auto-deprivándose de todo vínculo sexo-genital a fin de desarrollar la creatividad (en cualquier manifestación y expresión cultural) desde la identidad -volitiva- de persona autónoma y sin dependencia obligatoria.
El celibato intermitente es la opción para desarrollarse creativamente (biológica-social-cultural-espiritual y místicamente) haciendo uso del vínculo sexo-genital - de modo exclusivo y excluyente- aceptando la dependencia obligatoria-interpersonal que de este uso se deriva, al mismo tiempo que asume la obligatoriedad de fidelidad al modo (exclusivo y excluyente) de la opción hecha. Porque, irremediablemente, habrá circunstancias eventuales o periódicas, que se nos impondrán a las personas así vinculadas y que se constituirán en períodos de fidelidad... reiterando, de este modo, el uso, forzado-eventualmente por circunstancias temporales, del celibato original de la vida.
Tanto el celibato permanente como el celibato intermitente son, en sí mismas, opciones libres que nos permiten ser y expresarnos como personas humanas y, en ambos casos, tendrán acto de ser, forma de ser y razón de ser, diferentes
La prioridad hegemónica y la valoración correspondiente del celibato intermitente o del celibato permanente, es de carácter cultural y, por lo mismo, su acto de ser, su forma de ser y su razón de ser han ido cambiando y seguirán cambiando a lo largo de la historia y de las latitudes, tanto a nivel individual como a nivel social y/o de los colectivos humanos.
Por esta característica de cambio (individual, socio-colectivo y cultural), las dos formas pueden ser experimentadas saludablemente en su acto de ser, en su forma de ser y en su razón de ser, pero no puede ninguna de las dos formas asegurar la experiencia saludable de la vida personal, social o cultural por más que el celibato nos constituya, porque así nacemos, y después se diversifique.
Para que cualquiera de las dos opciones de celibato sea saludable, requiere de una virtus = fuerza: la castidad. La castidad es el vector resultante de la conjunción de las dos fuerzas en que el celibato se bifurca. (Hablo, de física vectorial, por analogía)
La castidad ha de ser definida (con carácter universal y despojada de todo cariz cultural) como la virtud-vectorial de la continencia que, por ser la resultante de las dos formas naturales del celibato, tiene como dirección y sentido (o finalidad) ser el equilibrador de todas las formas de expresión de la inteligencia emocional, sobre las que se fundamentan las diversas manifestaciones de la fidelidad humana y de la fidelidad personal.
Su acto de ser es el desarrollo gozoso y jerárquico de las vivencias genital, sexual y de la sexualidad.
Su forma de ser consiste en dar eficiencia al celibato permanente y al celibato intermitente.
Su razón de ser es el sentido intencional para lograr la utopía creativa de perfectibilidad mística, a la aspira la persona humana, sin distinciones.
La castidad a causa del acto, forma y razón de ser, (que le son propias) no es autónoma para la consecución de sus objetivos, ni es espontánea en la naturaleza del ser humano, pero sí es natural a la persona humana.
Estas limitaciones son las que han hecho que en casi todas las culturas y tiempos la hayan confundido con códigos morales restrictivos de la expresión genital y casi todas la han subvalorado y denostado hasta considerarla signo patológico en lo individual y expresión social de vergüenza, por la esterilidad que conllevaba, o como signo teológico de culpabilidad. Y a quienes la asumían como opción de vida desde el celibato permanente han sido considerados como santones dignos de veneración o como excéntricos y portadores de psicopatías en mayor o menor grado.
Pero de la savia de la castidad se nutren (a la vez que es generada en relación biunívoca) del acto, forma y razón de ser del celibato permanente y del celibato intermitente, contingentemente consustanciales a la vida humana y a la vida de las personas humanas. (Podría haber sido de otra manera, pero no lo es)
Del celibato intermitente (en interacción personal-física y fisiológica) su acto de ser es la matrimonialidad, generatriz de vidas; su forma de ser es la conyugalidad, alentadora de las empresas vitales y, la razón de ser es la esponsalidad, aliviadora del lastre de la historia y del carácter de las personas.
Del celibato permanente (en interacción personal-volitiva-moral y ética) su acto de ser es la continencia genital y sexual, liberadora para servir; su forma de ser es el desarrollo de valores trascendentes desde la honestidad y, la razón de ser es el conjunto de expresiones de la vivencia mística, desde el honor.
Así entendidos el celibato, en sus dos formas, y la castidad, son vectores (flechas o sagitas) que habremos de cultivar (con orden dirección y sentido) para poder desarrollar nuestra personalidad de manera saludable. De cualquier otro modo no se podrá cultivar, ni en la vida de interacción ni en el fuero interno, ninguna de las expresiones de fidelidad.
La inconsciencia del valor del celibato y de la castidad y la inconsciencia de la necesidad de la educación, preventiva y remedial, de estos valores son, a mi juicio, la razón más importante que explica la escalada social e individual de la agresividad y de la actitud destructiva del momento cultural en que vivimos.
Educar a nuestros hijos en esta dirección exige asumir, con conciencia explícita, la identidad de ser minoría; la auto-segregación-creativa como forma de vivir, socialmente; la expresión gozosa (que no feliz porque eso no existe como estado) con buen humor (saber conjugar el verbo H-amar) y, de manera comunicativa, saliendo de los espacios de comodidad agresivo-pasiva de las minorías .
Este reto tiene, inherentes, dos limitaciones: Primero, es difícil y fatigante si lo desarrollamos solos; se hace más fácil si contamos con el apoyo de otras personas que, como nosotros, hayan asumido este reto. Segundo, hemos de aceptar a priori que, nuestros hijos no necesariamente nos querrán secundar y, por paradójico que aparente ser, aceptar este hecho, será un signo de éxito en la tarea de desarrollar una personalidad saludable..