Comparto con Uds. este post en la línea del quehacer político, que a todos nos corresponde desarrollar y por igual en las áreas nacionales, como sociales, laborales y familiares, y que iniciamos en el post anterior
Conocemos, por los medios de comunicación, el drama de la emigración de los países árabes en guerra y de los países africanos hacia Europa a los que hay que añadir, en general, el drama de las gentes de los países del Sur que emigran hacia los países del Norte, en el resto del mundo, o lo que es casi lo mismo, de los países pobres hacia los países ricos.
Conocemos, por los medios de comunicación, el drama de la emigración de los países árabes en guerra y de los países africanos hacia Europa a los que hay que añadir, en general, el drama de las gentes de los países del Sur que emigran hacia los países del Norte, en el resto del mundo, o lo que es casi lo mismo, de los países pobres hacia los países ricos.
Conocemos igualmente las reacciones retóricas de: los gobernantes de los países de teórica acogida, ante esta dramática situación internacional; de los medios de opinión (porque de comunicación veraz, depende del sesgo intencional y económico de cada uno; es decir, no existe); de los políticos siempre en campaña electoral usurera; de asociaciones diversas con intereses de todo tipo, que se ofrecen como mediadores para facilitar ??? la acogida de los emigrantes y, con especial énfasis publicitario, de la opinión del Papa Francisco emitida ante cientos de personas "encargadas del orden internacional" en la ONU y en todos sus discursos oficiales en la visita a USA.
Ante este cúmulo de información no podemos escapar, en mayor o menor medida, de la sensibilización emocional o de la racionalización histórica (cuando no histérica que nos hace mirar para otro lado porque estamos lejos o porque "no es nuestro problema") viendo esta realidad social como ciclos que se han repetido a lo largo de toda la historia y que seguirán repitiéndose, con toda probabilidad.
Todos los grupos se concentran en ver la situación como un problema del derecho a las igualdades y a las libertades de las personas afligidas, y de este modo las enfrentan a otras personas que dicen tener el derecho a defender la libertad y la igualdad de que se han ganado con esfuerzo, hasta el momento de la llegada de los emigrantes.
Ante esta "guerra de derechos" entre los de arriba y los de abajo, entre los del norte y los del sur, entre los ricos y los pobres, se esgrimen como reguladores los tratados internacionales que afirman las libertades de tránsito de las personas, de los derechos laborales y de los derechos a la acogida y, entre tantos derechos corremos el riesgo de olvidar que este drama de la persona humana es:
- un problema de supervivencia, un problema de vulnerabilidad; un problema de humildad y humillación y, en suma, un problema de no participación política tanto de los emigrantes como de los supuestamente acogedores.
La realidad es que los "tratados internacionales de derechos" seguirán teniendo contenido ontológico "cero" por mientras las personas sigamos estando al margen de "la acción política": internacional, nacional, estatal, empresarial y familiar y de este modo, nunca dejaremos de ser vulnerables ante los tres agentes de poder que nos sojuzgan (y a los que denuncié en el post anterior); jamás dejaremos de estar humillados, por estos mismos poderes, por no tener la humildad de luchar para buscar el cambio, entre todos, dejando nuestros espacios de comodidad.
Si no nos educamos para abandonar nuestros espacios de comodidad, por igual los emigrantes que los acogedores, la supuesta solidaridad será un "mecanismos más de poderes y violencias";
- los poderes y violencias del orden y de la legalidad de los que gozan de bienestar y que se dicen acogedores vs. a los poderes y violencias de las masas humanas y de los necesitados-emigrantes (con poca o ninguna conciencia-consciente-personal, de la realidad más allá de la supervivencia).
Y entonces, claro está, la historia seguirá repitiendo las circunstancias y motivos para que esta despersonalización y deshumanización hacia estadíos etológicos = pre-humanos (de lucha territorial de las especies animales o dentro de una misma especie), se vuelva a repetir una vez más porque la "historia magistra vitae" seguirá sirviendo a los tres mecanismos de poder de siempre y no a las personas frágiles y vulnerables.
Hemos de reconocer que los tres mecanismos de poder están cambiando hacia la humanización y personalización "con renglones torcidos", como dijimos, pero si los acogedores y los acogidos no participamos, activa y conscientemente, en las distintas expresiones de la política, lo avanzado seguirá la línea espontánea de la naturaleza ecológica (el zigzag, para arriba y para abajo), es decir, será flor de un día que sólo alegrará a los tres poderes antedichos.
La solidaridad-necesaria -para dar salida al presente episodio histórico de guerras y exclusión-solamente será eficiente, es decir, sólo dará solución a la supervivencia, a la vulnerabilidad, y a la humillación de los necesitados-emigrantes, en tanto a estos se les incentive la conciencia de reciprocidad eficiente (por parte de los sistemas acogedores y por igual por parte de las institucionales que los organismos particulares alientan) porque, de cualquier otro modo de actuar se incentivará la consciencia de mendicidad, de humillación, de temor, de exclusión o de vulnerabilidad.
Y, claro y evidente está que cuando así no se hace es imposible evitar la violencia que hemos visto a través de los medios de comunicación;
- entre los emigrantes porque se suscita la decepción y frustración de las expectativas que los tres poderes les han vendido como futuro mejor para ellos, a base de hacerles ver los supuestos derechos internacionales de los que van a disfrutar, pero que no son tal porque se sienten regulados, vigilados, coaccionados, controlados y, entonces comienzan a ver a los acogedores como esclavista, en mayor o menor medida. No se encuentran en la misma situación de los lugares de origen pero se sienten frustrados en sus sueños porque "no se sienten iguales"
- entre los acogedores porque comparan el costo que han tenido que pagar con sus vidas y las de sus antepasados para obtener lo que a los acogidos, necesitados, emigrantes y minorías, se les da gratuitamente por partes de los tres poderes,
Los tres poderes son los que de inmediato perciben ganancias de la situación de "guerras bélicas y guerras cívicas" y lo expresan con criterios humanistas de mejorías para ambos grupos, a largo plazo, por la interculturalidad pero... a nadie rinden cuentas de las "muertes de distintas clases" que también propician y explotan.
La reciprocidad eficiente exige, a los tres poderes, claridad para exponer a los necesitados de asilo y estímulo de vida, en cada una de las áreas de expresión laboral y de creatividad de que se dispone en los países de acogida y el número de participantes necesarios -cronológicamente calculados-, (lo que hoy es posible hacerse), a fin de que el "efecto campana" no se constituya en un señuelo para la explotación vil de las necesidades de unos y de la emocionalidad de los otros, que sólo generarán tensiones; si es que no, guerras.
Sólo desde la reciprocidad eficiente (es decir, desde la norma transaccional "do ut des" y desde el primer momento) se incentivará no la igualdad, por imposible, entre los grupos demandantes y los de acogida sino, el respeto de la reciprocidad por la valoración positiva y realista de los aportes de cada grupo.
Por mientras la "dádiva" sea el modus operandi, tanto a nivel institucional como privado de la relación entre ambos grupos, las humillaciones, las distancias y las exclusiones se trasladarán de un grupo a otro y será imposible erradicar la violencia hasta pasadas dos generaciones, por lo menos. Esto es así, porque la dádiva aumenta las diferencias y las formas de exclusión.
Esta política de acción, a mi manera de entender, no es solidaridad sino asistencialismo y humillación de los vulnerables, en los momentos en que más indefensos son.
La verdadera solidaridad es la que valora al débil por la riqueza que tiene y por lo que puede compartir, (porque nadie es tan pobre que algo no pueda dar a cambio de lo que recibe) y la que elimina las situaciones generadoras de miseria subsistente, de pobreza degradante y vulnerabilidad ante los agentes de poder.
Creo que de esta manera se capacitará a la generación de emigrantes acogidos y a las siguientes que de ellos se deriven, para ser partícipes de los cambios políticos de los lugares de origen porque en tanto los emigrantes no se constituyan en agentes de cambios políticos de sus lugares de origen, serán responsables coludidos por la pasividad, de los tres poderes que allí los explotaron y humillaron y que lo seguirán haciendo.
Lo que los poderes de los países de acogida están comenzando a hacer al intentar ayudar a los gobiernos de los países exportadores de emigrantes, a desarrollarse tecnológica y laboralmente sólo servirán de apósitos y analgésicos necesarios pero que no resolverán las heridas purulentas de la inmoralidad de los sistemas económico-políticos de los que los tres poderes se benefician en los lugares de origen de las tragedias y en los lugares de acogida.
Mientras estas situaciones no cambien, la solidaridad y la violencia seguirán condicionándose mutuamente.
Porque luego de veinte siglos de cambios incentivados (en zigzag) por las doctrinas cristianas, la humanidad no se guía por LA VERDAD, LA JUSTICIA, EL AMOR Y LA PAZ.
Esta tarea nos corresponde hacerla tanto a los acogidos como a los acogedores a través de al solidaridad eficiente, multiplicada por reciprocidad y no por las dádivas que sólo alcanzan a aliviar temporalmente los males para, luego, perpetuar las miserias.
Porque luego de veinte siglos de cambios incentivados (en zigzag) por las doctrinas cristianas, la humanidad no se guía por LA VERDAD, LA JUSTICIA, EL AMOR Y LA PAZ.
Esta tarea nos corresponde hacerla tanto a los acogidos como a los acogedores a través de al solidaridad eficiente, multiplicada por reciprocidad y no por las dádivas que sólo alcanzan a aliviar temporalmente los males para, luego, perpetuar las miserias.