sábado, 1 de febrero de 2014

EL AMOR ESTÁ HERIDO DE MUERTE POR LAS FALSAS VERDADES - 3

Con esta tercera entrega pretendo dar respuesta a los interrogantes de Mary sobre la vivencia afectiva entre personas, que se sienten y viven comprometidas mutuamente por vínculos afectivos. 
 
No es habitual en el lenguaje coloquial identificar las conductas afectivas con la respuesta sexual y, sin embargo, así es.  Baste como ejemplo para explicarlo con decir que virtual pero, claramente, entre tu como lector-a y yo mantenemos en este momento "relación sexual"... pero, evidentemente, no genital.  La razón es que, si sigues leyendo, estableceremos un vínculo afectivo de aceptación, rechazo o indiferencia, no importa, pero seguirá siendo afectivo. 
 
En la relación sexual entre personas, lo genital puede estar o no estar presente pero siempre habrá un vínculo afectivo-intencional y  nunca un vínculo inconsciente.  Podemos afirmar que carecen de comunicación y de  consciencia afectiva, quienes no tengan conocimiento del "otro"; por ejemplo los infantes y proporcional y paulatinamente, los afectados de demencias (genéticas, seniles, toxicológicas o traumáticas) en sus diversas manifestaciones.  Sin embargo no carecen, necesariamente, de experiencia genital-erótica y frecuentemente se sienten excitados genitalmente sin comprometerse afectivamente en la relación personal.    
 
Aclarados estos conceptos, a modo de recordatorio, trascribo los párrafos del primer enlace de esta serie para facilitar las respuestas que exige nuestra dialogante, Mary. 
 
"La Respuesta Sexual: es el conjunto de conductas de interacción interpersonal conducentes a la comunicación consciente entre seres personales. La base de esta interacción comunicativa es el conocimiento mutuo que inevitablemente interactúa pro y post conocimiento con las vivencias emocional-eróticas. Y por la acción del conocimiento las conductas dan origen a las vivencias afectivas  de aceptación y/o rechazo. Las conductas son todas posteriores a nuestras emociones.
Toda vivencia afectiva es, en consecuencia, un modo de comportamiento emocional-erótico, guiado por el conocimiento del valor de alguien para el logro de nuestras intencionalidades; de no ser así, solamente nos moveremos en el plano de las vivencias emocional-eróticas."
 
Las experiencias afectivas son la consecuencia de algún tipo de intención, no siempre explícitamente manifestada pero siempre "implícitamente-explícita" de estar al lado de "otro" para formar parte de su vida (p.e. la relación entre un maestro y su discípulo o entre un paciente y su terapeuta) y aceptada, de manera "implícitamente- explícita" por ambas partes.  Si "se niega al otro" no existe vivencia afectiva y, por lo mismo tampoco respuesta sexual madura y adulta con el otro. 

Quiere esto decir que puede haber afectividad en un momento y romperse en otro y no implicar que haya habido engaño, por medio, necesariamente.  Esto suele suceder cuando el aprecio, la valoración y la admiración hacia "el otro" disminuyen o desaparecen.  Los motivos  pueden ser muchos pero podemos sintetizarlos en esta expresión: "el otro-a ya no me enriquece y, por el contrario nos pone, a ambos, en riesgo de empobrecernos".

Esto quiere decir que la relación interpersonal "afectivo-sexual", para poder ser saludable y creciente, requiere de voluntad consciente y práctica para cultivar, por parte de  ambos, la mutua valoración, la mutua necesidad y el mutuo apoyo, con los que enriquezcamos los objetivos del otro-a.  Esto es así porque  la vivencia afectiva no es espontánea, en contraposición con  la vivencia erótico-genital que sí lo es, sino intencional, volitiva y... comunicativa; es decir, requiere de "comunión, común-unión".

¿Es entonces la vivencia afectiva entre las personas limitante y limitadora?  Sin lugar a dudas... porque la vivencia afectiva exige claridad de objetivos a ser logrados por "ambos" y como la vida es cambiante por necesidad, requerimos de diálogo, de negociación y de consenso en el modo de acometer los objetivos y así poder alcanzarlos.  Por consiguiente es limitante de nuestra espontaneidad (que sólo es emocional-caracterológica) y de nuestros caprichos (que sólo son individuales) y de nuestra pereza (que mata toda comunicación = común-unión)

¿Se puede enseñar a amar y hay que enseñar a amar al otro?  En y desde la relación afectiva SI se puede y se debe enseñar a amar al otro-a, pero aceptando la limitación volitiva-intencional-caracterológica del otro-a. 
Si el otro-a no ofreciera respuestas de reciprocidad efectiva-afectiva (porque obras son amores y no buenas razones) aunque sean lentas o imperfectas... la respuesta de amor ("Amor es el vínculo intelectivo-volitivo-libre que une a las personas para alcanzar la plenitud de su ser de personas, en la perfección de lo posible") será imposible de lograr y seguir insistiendo indefinidamente solamente conducirá al abuso de uno sobre el otro, a la muerte psicológica, social o física de uno de ellos o al martirio de quien decida dar sin pedir a cambio.
Así se explica la ineficiencia afectiva observable entre padres e hijos, o las relaciones de acoso y abuso entre parejas y los asesinatos pasionales. La buena intención de solamente de una de las partes no será suficiente para lograr que la relación afectiva cristalice en amor; ni siquiera con la actitud martirial de una de las partes.

¿La vida de relación afectiva afectará la propia estabilidad si se tolera indefinidamente la "pobreza afectivo-amorosa" del otro?  Sin lugar a dudas la afectará negativamente y terminará enfermando psicológicamente (ansiedades, depresiones y agresividades para consigo misma) por lo que, y si el tolerante de la pobreza ajena no tiene otros mecanismos de compensación afectiva, ordenados y saludables, que le permitan crecer en su "ser persona" terminará por contagiarse de la misma pobreza afectiva que quiere ayudar a corregir y morirá en el intento, de muchas maneras.

Para ayudar a restaurar  la pobreza afectiva de otro, evitando los riesgos de contagios y muertes diversas, no conozco otro método que el cultivo de la vida espiritual propia (religiosa o no) o, dicho de otro modo, el cultivo de la vivencia mística.  De no estar dispuestos a esto, es mejor no intentar ser redentor de causas imposibles porque que en lugar de una persona pobre o enferma terminaremos teniendo dos.
 
 
 
 
 
 

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